Tribuna

Sentido del pecado

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Medita la Madre Félix: “He aquí la brújula de mi navegación: cumplir la voluntad de Dios nuestro Señor. En desolación o consolación, en salud o enfermedad, en paz o en guerra: cumplo la voluntad de Dios nuestro Señor, ¡pues ya voy bien!” En todo, cumplir la voluntad de Dios.



Creo, es mi apreciación muy personal, este es el resultado inevitable, no solo de quien ama a Dios, sino quien, además, está consciente de que es amada por Él.

San Agustín estaba convencido de que el pecado es “una aversión a Dios y volverse hacia las creaturas” y hacerlo desordenadamente. De modo que en todo pecado hay una lucha de dos amores. Si yo, por amor al dinero, hago una acción deshonesta como robar, entonces entre Dios y el dinero, elijo al dinero. El pecado es quien introduce el desorden en el mundo lo cual conduce al hombre a amar menos lo que debe amar más y a amar más lo que debería amar menos.

Manos Amarradas

Pecado es vivir sin fundamento y sin sentido

San Ignacio de Loyola meditó mucho al respecto. En sus Ejercicios Espirituales desnuda su deseo de que recobremos el verdadero sentido del pecado. El pecado viene a ser, en cierta manera, un modo de vivir sin saber para qué. Un vivir sin fundamento y sin sentido. Sin embargo, esto resulta actualmente una complicación, yo diría, cultural.  El periodo filosófico señalado como Modernidad, donde se van a fraguar las bases de nuestro pensamiento, parece, a primera vista, completamente antitético respecto a los problemas teológicos y religiosos. Creando un marco en el cual palabras como infierno, diablo y pecado quedan reducidas a formas anticuadas de un pensamiento pacato y anacrónico.

De hecho, esto ha ocurrido en el seno de la propia Iglesia Católica. Lo advirtió en su momento el padre Gabriele Amorth cuando denunció que en la Iglesia, en los años 80, había muchos obispos que no creían en los exorcismos ni en el demonio. El pecado corrió con la misma fortuna. Por ello, como han dicho los papas de los siglos presentes, estamos viviendo tiempos en que se ha perdido el sentido del pecado.

En la exhortación ‘Reconciliación y Penitencia’, san Juan Pablo II repite lo que había dicho Pío XII, “El pecado del siglo es la pérdida del sentido de pecado”. San Pablo VI advirtió que “el pecado actualmente es una palabra silenciada”.

Pérdida del sentido del pecado

En la pérdida del sentido del pecado, el temor a Dios ha quedado reducido a solo una afirmación que se repite porque algo hay que decir o, como una advertencia de muerte y posterior castigo que, efectivamente es real.

Se ha extraviado ese sentido del temor a Dios como respuesta de amor del hombre. Hombres que persiguen con odio a otros hombres. Hombres que apresan, torturan, asesina y desaparecen a otros hombres. Hombres que no son capaces de reconocer el sufrimiento y el dolor de otro hombre, solo porque le parece más lógico y sensato lo que determine su cálculo político o económico.

Hombres que se han oscurecido, esclavizándose al mundo, negándose a la libertad superior del amor de Dios. Hombres que se han apartado, salido, encerrados sobre sí mismo o sobre las creaturas, y salido del camino, eso es el pecado. Por eso ahora debemos mirar la realidad del pecado. Pecado es ofensa a Dios y a su ley.

Santo Tomás de Aquino define al pecado como una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna.

Perder su sentido inclina al hombre a abusar de su libertad y del amor. A romper el vínculo que hace a Dios el Padrenuestro, es decir, hiere mortalmente la fraternidad a la cual estamos llamados desde el principio. No solo a la fraternidad con el otro, sino con nosotros mismos, arrebatando en el hombre la orientación del sentido de su vida, de su propia existencia. Paz y Bien, a mayor gloria de Dios.


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela