El 6 de septiembre se cumplieron dos años del asesinato de Maria de Coppi en nuestra misión en Chipene. Ahora, allí no hay ningún misionero, pues los islamistas que nos atacaron quemaron todo. En el norte del país, pese a lo que dice el presidente, la guerra continúa y no es seguro. Pero siguen yendo dos sacerdotes que, aunque viven lejos, visitan a las comunidades y administran los sacramentos. Cada vez, van pasando más tiempo allí.
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Con todo, la gente de Chipene nos sigue teniendo muy presentes, especialmente a Maria. En el primer aniversario, hubo una misa en su memoria y el templo se llenó. Allí hubo también muchos musulmanes. Y es que allí todos la querían mucho.
Fuerza y coraje
Yo, como comboniana, tengo una vocación misionera muy fuerte, pues me la dio Cristo. Así, en estas circunstancias difíciles, este espíritu me anima y me da fuerza y coraje. Seguimos adelante, ayudando a los más pobres y necesitados. Por eso he vuelto a Mozambique, aunque, al estar todo destruido allí, estoy en una nueva misión, muy lejos de Chipene. Procuro hacer lo mejor que puedo, pero ya tengo casi 80 años y no es lo mismo que cuando era joven.
Me centro sobre todo en la pastoral. Aquí el número de católicos es muy pequeño y la mayoría de la población pertenece a otras confesiones o son musulmanes. Hay que aclarar que la religión católica solo permite tener una mujer… Y la realidad es que, por cultura, caso todos los hombres tienen dos o tres.
Complicados desplazamientos
Otro inconveniente es que casi todos los caminos son muy malos y las distancias son enormes. Eso nos dificulta mucho la labor, pero seguimos comprometidas a la hora de visitar a todas las comunidades. Además, siempre, siempre aparece un ángel que nos protege… También es verdad que, si en Chipene teníamos unas 140 comunidades, aquí son 30. Son muchas menos, pero muy alejadas entre sí y con muy pocos cristianos. La nuestra es, en definitiva, una labor de primera evangelización.
Otra parte de nuestro trabajo es que contamos con dos internados. Uno de chicos, con 140 plazas, y otro de chicas, con 120. Al menos ellas no podrían estudiar si no tuviésemos estos centros. Las acompañamos en la parte humana, así como en la espiritual.
Hace poco, he podido volver a Chipene durante una semana. Me dio mucha pena ver todo quemado, incluido el cuarto donde dormía, frente al que mataron a Maria… Pero también he sentido la esperanza de la gente. Pese a las amenazas, todos mantienen ilusión por seguir siendo católicos. Esta es una gran novedad.