Hoy se ha dado a conocer la cuarta encíclica del papa Francisco, que lleva por título ‘Dilexit nos’, es español ‘Él nos amó’, que tal y como reza en el subtítulo, aborda “el amor humano y divino del corazón de Jesucristo”. O dicho de otro modo, el pontífice argentino busca actualizar y clarificar la devoción al Sagrado Corazón, una de las más extendidas en el ámbito católico, cuando se cumplen los 350 años de las apariciones que experimento santa Margarita María de Alacoque. ‘Dilexit nos’ ve la luz tras la publicación de ‘Fratelli tutti’, publicada el 3 de octubre de 2020, ‘Laudato si” el 24 de mayo de 2015 y ‘Lumen Fidei’, escrita a cuatro manos con Benedicto XVI que salió a la luz en junio del 2013.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Distribuida en cinco capítulos, puede considerarse el más teológico y académico de sus escritos magisteriales, sin olvidar su vertiente social, como demuestran las más de doscientas citas de ‘Dilexit nos’, echando mano de intelectuales como Dostoyevski, Heidegger, Dante Alighieri, Romano Guardini o el jesuita Diego Fares. A la vez, ofrece un estilo pedagógico y divulgativo aderezado por referencias personales y anécdotas sobre la fe cotidiana de Francisco. Aunque en un primer momento se habló de que podría haber tenido la categoría de exhortación apostólica, su profundidad y extensión no se queda atrás con respecto a sus otras encíclicas.
De lo poético a lo analítico
Francisco aborda esta devoción desde una perspectiva multidisciplinar partiendo de unas reflexiones interpelantes para el lector sobre el sentido del amor con un tono incluso poético para después adentrarse en un análisis exhaustivo de las Sagradas Escrituras y de los referentes eclesiales que han investigado y reflexionado sobre el Corazón de Jesús.
Para el pontífice argentino, “la devoción al Corazón de Cristo no es el culto a un órgano separado de la persona de Jesús”. “Lo que contemplamos y adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya donde está destacado su corazón”, asevera. A la par, explica que “la imagen de Cristo con su corazón, aunque de ninguna manera es objeto de adoración, no es una entre tantas otras que podríamos elegir”. “Mientras la Eucaristía es presencia real que se adora, en este caso se trata sólo de una imagen que, aunque esté bendecida, nos invita a ir más allá de ella, nos orienta a elevar nuestro propio corazón al de Cristo vivo y unirlo a él”, comparte. Y matiza: “La imagen venerada convoca, señala, transporta, para que dediquemos un tiempo al encuentro con Cristo y a su adoración, como nos parezca mejor imaginarlo”.
Acumular y consumir
“Sólo su amor hará posible una humanidad nueva”, suscribe el pontífice sobre el Corazón de Jesús. Con este texto, el Papa se convierte en voz de denuncia una vez más de “un sistema degradante” que “sólo nos urge acumular, consumir y distraernos” y “no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas”. De la misma manera, advierte de “la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón”. “Anti-corazón es una sociedad cada vez más dominada por el narcisismo y la autorreferencia”, alerta.
“Viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón”, se lamenta Jorge Mario Bergoglio. No duda en este punto en remitirse a las ancianas que viven “cautivas de estos conflictos devastadores”: “Ver llorar a las abuelas sin que se nos vuelva intolerable es signo de un mundo sin corazón”.
Desequilibrios socieconómicos
En este contexto, Francisco entona, a modo de oración una súplica en la encíclica: “Ante el Corazón de Cristo, pido al Señor que una vez más tenga compasión de esta tierra herida, que él quiso habitar como uno de nosotros”. “Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo que sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología, pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón”, apunta.
Como alternativa, Francisco defiende que “el amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito”, en tanto que es “capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente”.
La crítica que lanza al exterior la hace extensible al orbe católico. Así, advierte a la Iglesia del riesgo de “no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades”.
Identidad espiritual
“Si el corazón está devaluado también se devalúa lo que significa hablar desde el corazón, actuar con corazón, madurar y cuidar el corazón”, llega a plantear el pontífice. “Se podría decir que, en último término, yo soy mi corazón, porque es lo que me distingue, me configura en mi identidad espiritual y me pone en comunión con las demás personas”, escribe en otro momento. “Frente al propio misterio personal, quizás la pregunta más decisiva que cada uno podría hacerse es: ¿tengo corazón?”, lanza Francisco a modo de examen de conciencia.
El Papa se adentra incluso en el fenómeno de la inteligencia artificial para subrayar que “el algoritmo en acto en el mundo digital muestra que nuestros pensamientos y lo que decide la voluntad son mucho más “estándar” de lo que creíamos. Son fácilmente predecibles y manipulables. No así el corazón”.
Para Francisco, “en el tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor”. “Lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta”, comenta. Y, a renglón seguido, Francisco aterriza esta reflexión en experiencias de los cotidiano: “Pienso en el uso del tenedor para sellar los bordes de esas empanadillas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas. Es ese momento de aprendiz de cocinero, a medio camino entre el juego y la adultez, donde se asume la responsabilidad del trabajo para ayudar al otro. Al igual que el tenedor podría nombrar miles de pequeños detalles que sustentan las biografías de todos: hacer brotar sonrisas con una broma, calcar un dibujo al contraluz de una ventana, jugar el primer partido de fútbol con una pelota de trapo, cuidar gusanillos en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar un pajarillo que se ha caído del nido, pedir un deseo al deshojar una margarita”. “Todos esos pequeños detalles, lo ordinario-extraordinario, nunca podrán estar entre los algoritmos”, insiste, sabedor de que “el tenedor, las bromas, la ventana, la pelota, la caja de zapatos, el libro, el pajarillo, la flor… se sustentan en la ternura que se guarda en los recuerdos del corazón”. De la misma manera, expone que “la palabra ‘corazón’ no puede ser agotada por la biología, por la psicología, por la antropología o por cualquier ciencia”.
Encuentros de Jesús
Por otro lado, se adentra en el Evangelio para analizar cómo es el corazón de María y el de Jesús en diferentes pasajes, desde su conversación con la samaritana a su reunión con Nicodemo o el hecho de dejarse lavar los pies por una prostituta. “Encuentra su máxima expresión en Cristo clavado en una cruz. Esa es la palabra de amor más elocuente. Esto no es cáscara, no es puro sentimiento, no es diversión espiritual. Es amor”, subraya.
A partir de ahí, lleva a cabo un exhaustivo repaso por las aportaciones y vivencias de referentes eclesiales, desde san Ignacio de Loyola hasta san John Henry Newman, desde Pío XII a Benedicto XVI, desde san Juan Damasceno a San Juan de la Cruz, deteniéndose especialmente en Carlos de Foucauld y Teresita de Lisieux. Con estas referencias, Francisco sostiene que “el Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro”. “En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social”, considera el Papa. “Acudamos al Corazón de Cristo -invita en la encíclica-, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar”.
Herejías varias
Francisco invita a los católicos a recuperar prácticas vinculadas a esta devoción tales como “la comunión eucarística los primeros viernes de cada mes”, porque “en medio de la vorágine del mundo actual y de nuestra obsesión por el tiempo libre, el consumo y la distracción, los teléfonos y las redes sociales, olvidamos alimentar nuestra vida con la fuerza de la Eucaristía”. Del mismo modo, también recomienda “realizar una hora de adoración los días jueves”.
Francisco hace hincapié también en la encarnación de Jesús, frente a la herejía del jansenismo que “miraban con desprecio todo lo que fuera humano, afectivo, corpóreo, y en definitiva entendían que esta devoción nos alejaba de la purísima adoración al Dios altísimo”. En paralelo, también alerta de que “nos enfrentamos a un fuerte avance de la secularización que pretende un mundo libre de Dios”. “A ello se suma que se multiplican en la sociedad diversas formas de religiosidad sin referencia a una relación personal con un Dios de amor, que son nuevas manifestaciones de una ‘espiritualidad sin carne’”, constata Francisco. De la misma manera, muestra su preocupación por las “comunidades y pastores concentrados sólo en actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, reflexiones secularizadas, diversas propuestas que se presentan como formalidades que a veces se pretende imponer a todos”. Lo define como “otra forma de engañoso trascendentalismo, igualmente desencarnado”.
Piedad popular
Como suele ser habitual en el primer Papa latinoamericano de la historia, Francisco saca la cara por la devoción de la gente sencilla hacia el Sagrado Corazón de Jesús: “Ruego que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo pueblo fiel de Dios, que en su piedad popular intenta consolar a Cristo”. Desde esta perspectiva, invita “a cada uno a preguntarse si no hay más racionalidad, más verdad y más sabiduría en ciertas manifestaciones de ese amor que busca consolar al Señor que en los fríos, distantes, calculados y mínimos actos de amor de los que somos capaces aquellos que pretendemos poseer una fe más reflexiva, cultivada y madura”.
“La propuesta cristiana es atractiva cuando se la puede vivir y manifestar en su integralidad; no como un simple refugio en sentimientos religiosos o en cultos fastuosos”, expone, a la vez que matiza que “tampoco se trata de una promoción social vacía de significado religioso, que en definitiva sería querer para el ser humano menos de lo que Dios quiere darle”. “¿Qué culto sería para Cristo si nos conformáramos con una relación individual sin interés por ayudar a los demás a sufrir menos y a vivir mejor? ¿Acaso podrá agradar al Corazón que tanto amó que nos quedemos en una experiencia religiosa íntima, sin consecuencias fraternas y sociales?”, se pregunta el Papa.
Misioneros enamorados
A la luz del Sagrado Corazón, el Obispo de Roma interpreta cuál ha de ser la misión de la Iglesia y de todo católico: “Exige misioneros enamorados, que se dejan cautivar todavía por Cristo y que inevitablemente transmiten ese amor que les ha cambiado la vida”. “Entonces les duele perder el tiempo discutiendo cuestiones secundarias o imponiendo verdades y normas, porque su mayor preocupación es comunicar lo que ellos viven y, sobre todo, que los demás puedan percibir la bondad y la belleza del Amado a través de sus pobres intentos”, apostilla después. En esta mima línea, llama a los cristianos a “hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra”. “No hay proselitismo en esta dinámica de amor, son las palabras del enamorado que no molestan, que no imponen, que no obligan, sólo mueven a los otros a preguntarse cómo es posible tal amor”, remarca Jorge Mario Bergoglio.
Con esta premisa, Francisco argumenta que “si nos dedicamos a ayudar a alguien eso no significa que nos olvidemos de Jesús. Al contrario, lo encontramos a él de otra manera”. “Él te envía a derramar el bien y te impulsa por dentro. Para eso te llama con una vocación de servicio: harás el bien como médico, como madre, como docente, como sacerdote”, escribe a modo de recomendación práctica.