El adjetivo ‘glocal’ es un acrónimo válido tanto en inglés como en español y formado a partir de dos voces: global y local. Aunque se emplea en lo económico, también se usa en lo cultural. En el diccionario de Oxford, el anglicismo glocal se define como aquello “que hace referencia a factores tanto globales como locales o reúne características de ambas realidades”. Para explicarlo a menudo se menciona aquello de: “Piensa globalmente, actúa localmente”.
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Di con esta palabra cuando estaba buscando palabras en Fundéu para intentar relacionar en este blog dos lugares lejanos y cercanos.
Me refiero a dos centros separados por muchos kilómetros que estos días se han puesto delante. Por un lado, el centro de detención e internamiento para migrantes en Albania, recientemente construido y patrocinado por Italia, tan contestado y denunciado justamente. Y por otro cualquier Centro de Internamiento, por ejemplo el de Madrid, en España, recientemente vuelto a poner en la picota por una sentencia adversa para el Ministerio del Interior a raíz de una denuncia del SJM (¡CIE no!). O el de Alcalá de Henares ante este episodio sobre el fallecimiento de un joven migrante maliense ocurrido en mi cercano centro de acogida para migrantes y que hacen aumentar las críticas por las carencias sanitarias durante la acogida.
Es decir, se trata de complementar nuestra mirada local con la mirada global.
Muchas veces, cuando hablo de las migraciones, me preguntan qué se puede hacer. Porque el fenómeno migratorio a veces desborda porque le toca el corazón al hombre o mujer de a pie al tratar de dar una respuesta. Y que, desgraciadamente, vuelve a salir de nuevo como preocupación primera en unas encuestas (¡siempre necesarias de contextualizaciones incluso las del CIS!).
Se puede contestar de esta manera: “Piensa globalmente, actúa localmente”. Lo global aporta, amplia e ilumina la cuestión. Nos llega, más allá de las reacciones primarias, desde la información, la formación y la sensibilización universal al respecto. Y esto es imprescindible. Abrir el horizonte y la perspectiva enriquece la visión para una mayor compresión sin estereotipos ni prejuicios.
Y, a partir de ahí, descender la mirada hacia lo cercano, hacia lo cotidiano. Hombres y mujeres migrantes que me encuentro en el mercado, en los centros educativos, en mi bloque de viviendas, en el deporte, en los grupos y en las conversaciones, etc. Desde el trato con las personas. Y con la iluminación de los principios generales, en nuestro caso, de la Doctrina Social de la Iglesia tan desconocida en este campo incluso entre los católicos. Con una información objetiva –no dominada por intereses espurios- yo puedo calibrar y aportar, con criterios bien discernidos, aquello que ayude a una mejor y mayor cohesión social con los demás aunque no sean “ de los nuestros”.
Es algo así como aprender y practicar algo parecido a la universalidad, por un lado, y la inserción local, por otro, por poner un ejemplo de lo que me contagio por mi carisma jesuita. O, por hablar de algo de “fuera de la casa”, -en estos días del DOMUND- cómo comprender y admirar a una doctora universal de la Iglesia y santa patrona universal de las misiones como es la carmelita Teresa de Lisieux, que abraza el mundo entero desde un convento francés, enclaustrada durante nueve años y que murió con tan solo 24 años.
Mi acción, preocupación, oración o pensamiento ante el sufrimiento injusto o la inhumanidad de decisiones hacia los CIE (p.e. en España) afecta a los CIE mundiales (p.e Albania). Me (nos) roza siempre. Es lo del efecto mariposa: “El aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”.
Quede aquí para terminar una de las frases del Papa al respecto:
“Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos extremos: uno, que los ciudadanos vivan en un universalismo abstracto y globalizante, miméticos pasajeros del furgón de cola, admirando los fuegos artificiales del mundo, que es de otros, con la boca abierta y aplausos programados; otro, que se conviertan en un museo folklórico de ‘ermitaños’ localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites (Francisco, ‘Evangelii gaudium’, n. 234.).
Albania y/o España. Glocal. Globalización y localización, más allá de una visión dualista. En el pensamiento de Francisco están correlacionadas. La coexistencia de ambas en una doble asociación nos desvela lo imprescindible que es para nosotros el prójimo cercano o lejano, ya sean personas, pueblos, instituciones, etc. “Nadie se salva solo, únicamente es posible salvarse juntos” (Francisco, ‘Fratelli tutti’ n. 56).