La reciente encíclica del papa Francisco va al centro del mensaje cristiano y de toda la predicación kerigmática de la Iglesia con el tema del amor, desde el Corazón de Jesús, dicha devoción cristológica no responde únicamente a la religiosidad de la gente, — sino cómo se ha dicho —, al fundamento mismo de la relación de Dios con el hombre en el amor.
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El texto tiene como fuente de inspiración unos escritos de Diego Fares, sacerdote jesuita discípulo del papa, en su época de superior de la Compañía, sin embargo, es posible comprender el documento desde los temas comunes en la enseñanza del Santo Padre, aunque no se vea del todo su pluma.
Entre esos temas está la referencia comunicativa, y más específica del diálogo, pero desde una disposición diferente, ya no como un ejercicio de praxis social sino en el sentido de la relación, y más específicamente de la relación con Dios.
El corazón de la comunicación
En dos mensajes a los comunicadores católicos, Francisco se había referido a la comunicación en función del corazón; lo hizo en 2022, con el tema “Escuchar con los oídos del corazón”, y en el año 2023: “Hablar con el corazón, en la verdad y en el amor”.
También, el Papa hizo una mención en un libro entrevista con el sociólogo francés, Dominique Wolton: “la relación constituye el corazón de toda comunicación”, de tal manera que estos textos abren la posibilidad de hacer una lectura de la nueva encíclica papal, desde la comunicación.
Para ello, el comentario del texto será sobre tres palabras claves, técnica muy acostumbrada en el papa Francisco, en esa forma de discurso – síntesis; las palabras son diálogo, hablar y escuchar.
Diálogo de corazón a corazón
Doce veces aparecen las referencias al diálogo en el texto, en el sentido de la comunicación interior de todos los hombres y mujeres a lo largo de la historia con Dios, sobre todo, desde el testimonio de los santos y en el sentido bíblico de las palabras de Jesús.
Comenzando con María, “ella era capaz de dialogar con las experiencias atesoradas ponderándolas en el corazón, dándoles tiempo: simbolizando y guardando dentro para recordar” (DN, 19).
Diálogo orante (26), con afecto, en confianza, para la adoración (51), como un recorrido espiritual de aquel que habló primero, y por tanto ‘primerea’ en esa relación de amor. Es “llamado a una relación personal, de encuentro y de diálogo (54)”, pues brota del “deseo de «conocer íntimamente al Señor» y de «mantener un diálogo» con él, corazón a corazón” (147).
Hablar
El hablar aparece siete veces, en clave de testimonio, de vivir la vocación dialógica y espiritual en salida, con un estilo misionero, sobre todo “en este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones” (9).
Si, un testimonio coherente en un mundo y en una sociedad en la que lo religioso sobra o estorba, o es considerado como menos o inferior, sin ningún tipo de valía. “Hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra, de tal manera que los demás no tengan que hacer un gran esfuerzo para quererlo, ese es el mayor deseo de un misionero de alma” (210).
Porque todo el relativismo social también alcanza el sentido de las palabras, y el término corazón no escapa de ellos, devaluando, diluyéndose, y banalizado. Dice el Papa: “Si el corazón está devaluado también se devalúa lo que significa hablar desde el corazón, actuar con corazón, madurar y cuidar el corazón” (11).
Escuchar desde el corazón
Por último, la escucha, desde el grito de las mujeres y abuelas que ven perder la vida de sus hijos y nietos en manos de la irracionalidad de la guerra y la violencia, que parece no tener límite en el corazón del hombre.
Las variaciones de escucha y escuchar son cinco, la primera en función de esa denuncia social con los gritos del sufrimiento humano (20), luego desde Jesús, en el deleite de escuchar la voz del padre (73), y en dos testigos de ese resonar en el corazón del Señor, y los latidos palpitantes de amor, Santa Gertrudis de Helfta (110) y Santa Margarita María Alacoque (119), casualmente dos santas mujeres, con experiencias genuinas en su relación con Jesús, sin necesidad de prebendas clericales, por cierto.
Sí, Jesús desde su corazón nos amó, como se titula la encíclica, pero también nos habló, se comunicó, se entregó, es palabra eterna, palabra que solo sabe hablar de amor, que dialoga por amor, que escucha por amor, y que ama, pues “amando la persona siente que sabe por qué y para qué vive” (23).
Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey