La esperanza es un don fundamental. Sobre todo, dice Francisco, “en tiempos como los que estamos viviendo, en los que la tercera guerra mundial en pedazos que se desarrolla ante nuestros ojos puede llevarnos a asumir actitudes de sombrío desaliento y de mal disimulado cinismo”.
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Así lo expresa en el prefacio del libro ‘La esperanza es una luz en la noche’, una antología de meditaciones del Pontífice publicada por Libreria Editrice Vaticana sobre la “humilde virtud” en vista del Año Santo: “Entrenémonos a reconocer la esperanza, nos asombraremos de cuánto bien existe en el mundo”.
“La esperanza es un don y una tarea para todo cristiano”, afirma el Papa. “Es un don porque es Dios quien nos la ofrece. Es esperar algo que ya se nos ha dado: la salvación en el amor eterno e infinito de Dios”. “Ese amor, esa salvación que da sabor a nuestro vivir”, dice Francisco, “constituye el gozne sobre el que el mundo se mantiene en pie, a pesar de todas las maldades y nefandades causadas por nuestros pecados de hombres y mujeres”.
Entrenar el corazón (y los ojos)
La esperanza es, además, “una tarea que los cristianos tienen el deber de cultivar y poner en valor para el bien de todos sus hermanos y hermanas”. “Dios nos es fiel”, subraya, mientras que “nuestra tarea es responder a esa fidelidad”. “Pero cuidado: no somos nosotros quienes generamos esta fidelidad, es un don de Dios que actúa en nosotros si nos dejamos modelar por su fuerza de amor, el Espíritu Santo que actúa como un soplo de inspiración en nuestros corazones”, apunta el Papa.
De esta manera, Francisco invita a cada lector de este libro a realizar un gesto sencillo pero concreto: “por la noche, antes de acostarse, repasando los acontecimientos que ha vivido y los encuentros que ha tenido, vaya en busca de un signo de esperanza en el día que acaba de terminar. Una sonrisa de alguien de quien no se lo esperaban, un acto de gratuidad observado en la escuela, una amabilidad encontrada en el lugar de trabajo, un gesto de ayuda…”.
“La esperanza es, en efecto, una ‘virtud infantil’, como escribió Charles Péguy”, apunta el Pontífice. “Y tenemos que volver a ser niños, con sus ojos asombrados sobre el mundo, para encontrarlo, conocerlo y apreciarlo”. “Entrenémonos a reconocer la esperanza. Entonces podremos maravillarnos de todo lo bueno que existe en el mundo”, anima, ya que, así, “nuestro corazón se iluminará de esperanza. Entonces podremos ser faros de futuro para quienes nos rodean”.