Los hermanos son personas que nacen de la misma entrega de uno o más progenitores, lo cual constituye una experiencia fundante que les vincula hasta su muerte. Es un hecho que hace su aparición en las primeras estructuras de la vida: dos individuos se entregan el uno al otro para crear otra vida a la que dejan no solamente su herencia genética y sus cuidados, sino su propia vida y mueren para dejarle el lugar que ocupaban en el nicho ecológico.
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Este milagro de la vida sexual en la naturaleza es la matriz en la que se constituyen los hermanos. En el caso de los hermanos de madre, han compartido la misma matriz uterina y en cierto modo es una estancia que siempre ocuparán juntos ―aunque salvo en el caso de los mellizos y gemelos no hayan coincidido al mismo tiempo en ella―. De alguna manera, todos los hermanos son mellizos, aunque sucesiva y no simultáneamente.
Los hermanos no solamente han recibido la entrega de la vida y una carga genética, sino que se le ha dado la misma carne y sangre para formarlos, y los progenitores han dado su propia vida, han gastado su cuerpo y tiempo en ellos. Y todo ello no se pierde, sino que está contenido creativamente en el cuerpo y vidas de sus hijos, que no solo lo reciben individualmente, sino en común. Cada hijo tiene su vivencia particular de la relación con sus padres, pero los hermanos también reciben un legado indiviso; la mayor parte de ellos han vivido juntos a los padres y los padres se han relacionado con ellos juntos. Llegará un día en que lo único que les quede de sus padres sean sus hermanos.
En la hermandad hay algo misterioso que nos une por las raíces, en donde comienza nuestra vida; siempre está en los anillos más profundos de nuestra existencia. Y ese misterio entre hermanos que probablemente son los seres humanos que mejor se conocen entre sí, nos enseña que hay un nosotros compartido entre todos los seres humanos que no se puede individualizar, sino que permanece siempre indiviso y es corazón de la humanidad que integra nuestra comunión.
La recepción del complejo legado genético, relacional, cultural, patrimonial, etc., da cuerpo a una sociedad fraternal. La común herencia genética, la educación compartida, las condiciones en que se ha convivido, la misma influencia de las personalidades de los progenitores, lleva a que quienes son hermanos sean las personas que más similitudes tienen entre sí. Pero a la vez, precisamente compartir tantos rasgos, bienes y contextos hace que la singularidad esté más marcada.
Paradójicamente, la igualdad fraternal es la mayor singularizadora porque no se basa en adjetivos sociales ni aspectos accidentales, sino que cada uno es único por sí mismo y en un núcleo esencial. La fraternidad familiar es la sociedad en que mayor es la similitud entre seres humanos y se maximiza también la singularidad. En la sociedad fraternal las personas son igual de únicas.
La sociedad fraternal constituida vitaliciamente por la misma entrega originaria de los progenitores es la relación donde se dan la máxima similitud y singularidad entre seres humanos. Dicho de otro modo, los hermanos son la sociedad creada por la entrega progenitora que hace a los seres humanos más iguales y singulares entre sí. La fraternidad es la sociedad de máxima similitud y máxima singularidad. Esta es una estructura universal a lo largo de toda la historia y ha tenido un papel crucial en el proceso de hominización y humanización.
Variables
Es cierto que la variabilidad de sociedades fraternales aumenta por los procesos de separación y reconstitución familiar, pero esas fraternidades laterales que comparten solo un progenitor también se daba en un pasado no lejano cuando la mortalidad y las migraciones obligaban a refundar parejas, hogares y familias. La convivencia con los primos e incluso hijos de amigos con los que se compartía vivienda crearon también situaciones muy próximas a la hermandad. Las adopciones eran frecuentes y la matriz compartida no solamente es física, sino también simbólica; las fuerzas de fraternización son mucho más unificadoras de lo que aparentemente aparece en la gran diversidad.
Hay cuatro factores, por tanto, que se despliegan desde esta conceptualización.
- Primero, el legado y comunidad familiar originaria compartida por los hermanos.
- Segundo, la formación de la individuación singular en relación con los hermanos.
- Tercero, las similitudes que crean un perfil compartido a lo largo de la historia.
- Y en cuarto lugar, la propia sociedad fraternal que se forma con sus dinámicas que tienen aspectos comunes universales y variaciones locales y generadas por la historia única que traza cada hermandad.
¿La crisis de fraternidad universal se debe en parte a que las personas carecen de la experiencia de tener hermanos? Lo que parece claro es que es preciso profundizar en la comprensión de la hermandad y hacer lo posible para que las generaciones venideras puedan experimentar una de las mayores bendiciones de la vida, que es tener hermanos.
La fraternidad es un vínculo único en el mapa de todas las relaciones que ha desplegado la naturaleza e historia de la humanidad. La relación de hermandad no es absorbible por otras, es vitalicia y forma parte esencial de la arquitectura social de cualquier civilización. La sociedad se constituyó originariamente principalmente por la extensión de la fraternidad y si queremos reconstruirla debemos potenciar ese vínculo extraordinario tan normal.