Un compañero, recién llegado de Perú, me recordaba, a raíz de la elección de Donald Trump, aquel famoso texto de Bertolt Brecht titulado ‘La solución’:
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“Tras el levantamiento del 17 de junio
el secretario de la Unión de Escritores
ordenó la distribución de folletos en la avenida Stalin.
El pueblo, leemos,
ha perdido por su culpa la confianza del gobierno
y solo redoblando sus esfuerzos
podría recuperarla.
¿No sería
entonces más sencillo
para el gobierno
disolver al pueblo
y elegir otro?”
De manera más sintética, mi compañero decía que lo había oído así: “Nuestro pueblo es un ignorante. No sabe ni lo que le conviene. Hemos de ir a nuevas elecciones y elegir otro pueblo”.
Me viene a cuento esto a causa de algunas amenazas previas respecto a los migrantes en el discurso de Trump que fueron muy preocupantes. Quiere dominar un relato en contra de los migrantes que entran por la frontera sur con apoyo, según él, de sus oponentes: Joe Biden y Kamala Harris, quienes los ven como futuros votantes demócratas. Pero las propuestas del republicano calaron más en los votantes.
Acoger, proteger, promover e integrar
No es esa visión la de la Iglesia. Esta, para mí, por muchas razones, está muy reflejada en el Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado de 2020, titulado ‘Como Jesucristo, obligados a huir. Acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos’. Un mensaje y una campaña con la que terminé mi trabajo colectivo en Migraciones de la Conferencia Episcopal Española. Es verdad que hay otras propuestas y lemas anteriores y posteriores que lo enriquecen. La Doctrina Social de la Iglesia -la gran desconocida- es muy rica e imprescindible al respecto. Quizás se lo debiera recordar al nuevo presidente norteamericano, su vicepresidente James David Vance, un converso al catolicismo que dicen incluso que para mantener la “saga” es posible sucesor de Donald Trump. Pero estos cuatro verbos que cito del Papa, muy en la línea pedagógica del bendito Francisco, son preciosos y precisos, proféticos, y que marcan una línea a seguir y desarrollar. Para rumiar y aplicar. Y que están en la antípodas de muchas de las propuestas del nuevo presidente norteamericano para con los migrantes. Y de otros en su línea.
Hubo muchas acusaciones de “fascista” (además de recordarle entre otras, su realidad condenatoria por parte de la Justicia), continuamente lanzadas contra el republicano tanto por los demócratas, Kamala Harris incluida, como por los medios. También era una línea recurrente en Europa. Pero todo esto no hizo mella en una gran parte de la población, más preocupada por ejemplo por el coste de la vida que por la atención a los migrantes, uno de los principales caballos de batalla de la demócrata y que defendió de manera muy ambigua y prolija. Harris no consiguió convencer a sus compatriotas cuando llegara a la Casa Blanca con respecto a lo que había defendido durante casi cuatro años como vicepresidenta de Biden.
Por supuesto, también hay que tener muy en cuenta el papel de las redes sociales como Tik Tok. O de X, antes Twitter (en manos de otro delfín de Trump) y los numerosos medios digitales de EE. UU., muchos de ellos favorables a Trump o, al menos, críticos con Harris.
Esto me lleva a recordar que a los políticos y parlamentarios de USA y de la mayoría de los países podrían aplicárseles aquellas otras palabras de Bertolt Brecht en su libro ‘Balada del consentimiento a este mundo’. Brecht finalizó esta balada en 1932 antes de huir de la Alemania gobernada por el nacional-socialismo y en ella asume la voz de una persona acomodada a lo que sucede en su entorno.
“Vi a sus miembros del parlamento
prometiendo a los votantes hambrientos que cambiarían todo.
No mienten, son grandes conversadores,
pero supera la realidad”.