Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Lo que se acepta duele menos


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No sé si será un defecto del software humano, pero, caramba, nos cuesta vivir duelos y aceptar lo que hay, sin resistirnos a lo que ya pasó y no podemos cambiar. La mente se vuelve la peor enemiga a la hora de reconocer nuestra limitación frente al control y nos hace caer en trampas tan simples como eficaces para debilitar nuestro avance y adaptación a lo que hay.



Nos resistimos con uñas y dientes a tomar la cruz y seguir a Cristo, teniendo más fe en el mundo, en nosotros o en la ciencia que en Dios, negándonos la posibilidad del aprendizaje y la resurrección.

A lo que te resistes, persiste

A lo que te resistes, persiste. Esta máxima es mucho más potente de lo que realmente dimensionamos, ya que, efectivamente, cuando ponemos todas nuestras energías en oponernos a una situación que nos duele, molesta o cuesta, estamos estresando el sistema nervioso y desviando las fuerzas inútilmente en vez de invertirlas en fluir y navegar hacia adelante. Por ejemplo, 9 de cada 10 mujeres sufren actualmente por su relación con el peso y la comida. Se resisten a aceptar y amar su cuerpo tan cual es y se someten a toda clase de dietas, medicamentos y tratamientos para hacerlo “perfecto”, produciendo al poco tiempo el efecto rebote.

La explicación está en que, al no aceptar “lo que hay”, el sistema nervioso se estresa, se inflama, se pone en modo sobrevivencia y guarda más grasa para enfrentar el “peligro”. Se ha demostrado que solo una relación compasiva, amorosa y agradecida con el cuerpo, permite un equilibrio y salud. Del mismo modo, si nos oponemos y estresamos frente a cualquier pérdida, duelo, fracaso, accidente, contratiempo, conflicto o condición que nos cueste, nuestra sistema simpático estará en modo alerta y no podrá sobrellevar con flexibilidad y fecundidad lo que se le presentó.

Aceptar la cruz

Querer negar la cruz que hoy se nos presenta, devolverla, cambiarla, es “perder nuestra vida”, como dice el Señor, pues nos ahogamos en sufrimientos personales y colectivos. Aceptar, en cambio, nos dolerá menos y podremos ver las oportunidades, frutos y dones que podemos desarrollar a partir de las circunstancias adversas. No es masoquismo ni estoicismo, es sabiduría y astucia evangélica.

Ya nos los enseña Jesús con la parábola del siervo que, cuando conoce que va a ser despedido, en vez de limosnear o ponerse a trabajar la tierra con su edad, decide avanzar y “negociar” con todos los acreedores de su amo para que lo traten bien (Lucas 16-18). No se resiste ni lamenta, sino que busca cómo continuar. Acepta su cruz y camina con ella.

Abrazo Pareja

Aceptación radical

Aceptar nuestra historia, los padres que nos tocaron, la familia que tenemos, el país donde vivimos, las autoridades que nos gobiernan, la salud y edad que tenemos, la situación económica que tenemos o la vocación y profesión que hemos desarrollado, no es resignación amarga ni optimismo ciego. Es una mezcla entre realismo y esperanza que, como cristianos, debemos aprender a administrar porque ahí está la fuente de nuestra fe.

Saber que no controlamos nada y que Dios providente siempre nos protege y ama, con el tiempo, nos irá mostrando el propósito de cada página que hemos vivido. Algunas serán más tristes y otras más alegres, pero la suma de ellas dará la riqueza y complejidad maravillosa de la existencia.

Vivir en el presente

Aceptar lo que hoy nos toca y utilizarlo como fundación para lo que vendrá es la máxima del Señor cuando dice: “Cada día tiene su afán”. Me tomo la libertad de compartir una poesía de mi abuelo Marcos Goycoolea, que llegó del cielo para ayudar(me) también a aceptar y a disfrutar la vida plenamente y en paz:

“Si viajas en el caracol, se morirá tu pasado, no nacerá tu futuro. Tu vida será la de hoy. El caracol guarda el misterio de esta transformación, no tendrás raíces en la tierra, tampoco alas en el cielo. Verás que la huella es mera ilusión. Quedarán atrás tus ansiedades y cantarás a esta aurora y a este sol y sabrás que tu vida es esta chispa de luz entre dos eternidades. ¡Que tu vida es hoy! En ella un paso es suficiente y, si lo das en cuanto puedes, verás cómo inconsciente el futuro caerá en tus redes. Afuera todo se irá y llegará todo, y tú estarás dentro del caracol lejos del moldear y aprisionar del lodo con el secreto de un sol entre tus manos. ¡La vida es hoy!”.