El papa Francisco ha recibido en audiencia a los seminaristas de Pamplona y Tudela y San Sebastian y sus seminarios Redemptoris Mater. Un grupo de 40 jóvenes a los que ha pedido: “Bajad a las cárceles, no sólo a las gubernamentales, para ofrecer a los que allí están encarcelados el óleo del consuelo y el vino de la esperanza”, sino también a todas “aquellas cárceles que encierran a los hombres y mujeres de nuestra sociedad: las ideologías, las morales, las que crean explotación, desánimo, ignorancia y olvido de Dios”.
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Redimir y perdonar
El Papa contó que el arzobispo de Pamplona, vinculado a la pastoral penitenciario, le había “que contabais con el afecto que tengo por las cárceles, para que os concediera también esta audiencia”. Ahora bien, bromeó, el seminario “no es una cárcel”, sino un lugar para aprender que un sacerdote es “un hombre que quiere redimir”, un “redentor de presos” porque “no puede ser otra cosa que una imagen viva de Jesús, un Redentor con mayúsculas”. Francisco relató que “con ocasión de un lavatorio de pies, estaba lavando los pies a una mujer, aquella era una cárcel de mujeres, y cuando estaba a punto de pasar a la otra, me agarró la mano, se acercó a mi oído y me dijo: ‘Padre, he matado a mi hijo’. Los dramas interiores en la conciencia de quien vive en una cárcel. Cuando os hacéis sacerdotes, ir a las cárceles, es una prioridad. Y todos podemos decir lo que yo siento: ¿por qué ellos y no yo?”
Además, instó a que “en nuestro apostolado no podemos hacer distinciones entre las personas, más aún si son extrañas o incluso enemigas, porque a los ojos de Dios todos somos hijos. Cuando miramos a nuestro hermano, reconocemos en él la disposición para recibir la gracia que el Señor le ofrece”. El Papa recomendó finalmente: “estad siempre dispuestos a bendecir, a liberar” siendo “valientes, abnegados e incansables” para llevar la misericordia de Dios.