Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

La muerte de un testigo


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La palabra mártir deriva de su origen griego μάρτυς (mär-tüs), mártys, y significa testigo o testimonio, también evoca al objeto que en una competencia de atletismo se pasa de mano en mano.



En el cristianismo ambas definiciones tienen sus referentes en aquellos que entregaron la vida por la causa del Evangelio, en aquellos que imitaron al Señor en su muerte ignominiosa, siendo San Esteban, el primero de ellos. Tertuliano lo explicaba con una sentencia latina: sanguis martyrum, semen christianorum, la sangre de los mártires es semilla de cristianos.

Sin embargo, no solo se da la vida por el Evangelio, la impronta de Dios en el corazón de todo hombre y mujer permite afirmar que quién entregue la vida por una buena causa, por ideales supremos de convivencia, también se convierte en mártir de la épica civil, digo civil porque la guerra ni la violencia tienen nada de épico ni de heroico.

Firma Testigo

Testigos de la épica civil

En Venezuela, la semana pasada murió, en custodia policial, uno de los testigos de los centros de las elecciones del 28 de julio, el testigo Jesús Martínez Medina.

Yo no sé si Jesús Martinez Medina era cristiano, o católico, o creía en algo, me imagino que sus padres sí porque decidieron ponerle el nombre del Señor, y ya esto conlleva a una carga inmensa en la vida de toda persona.

Yo no sé si era buen esposo, buen amigo, buen compañero, solo se que fue testigo en su centro de mesa en el Estado Anzoátegui, en el oriente venezolano, y que presenció el proceso, y confirmó con su firma el escrutinio de su máquina electoral, la cual es posible consultar a solo un clic de distancia, en la red.

Yo no sé si creía en la derecha o en la izquierda, solo sé que fue apresado por pertenecer a un movimiento político y ser testigo de mesa el 28 de julio. No sé tampoco si era santo o pecador, lo que sí sé es que su tocayo Jesús, siendo inocente asumió toda la culpa, y no sólo las de su tiempo, sino la de toda la humanidad.

Quizás Jesús Martinez Medina, y los más de 1900 testigos de mesa tampoco sabían que la palabra testigo significa mártir, o que su trabajo consistía en entregar un legado al país. Solo quizás sabían que arriesgaban todo para una solución civil y pacífica en Venezuela.

Testigos por el país

El martirio (testimonio) de Jesús Medina Martinez no es el único, hay muchas formas de violencia, represión, hostigamiento, hasta miedo, y es natural, los venezolanos hemos conocido la peor cara del terror, pero como cristianos, toda esta tragedia será la semilla para un país distinto.

Y cuando me refiero a un país distinto, no digo más violento, injusto o impune, sino un país  curado, reconciliado, pacificado a través de la justicia, y empeñado por cuidar y cultivar la democracia y la convivencia, con la semilla de bien como característica identitaria, esa que recordaba Juan Pablo II cuando escuchaba la palabra Venezuela: bendición, bendición, bendición.

Por eso, no se si como oración, o como deseo humano, pensar que el testimonio de Jesús Medina Martinez y su martirio civil, su penoso vía crucis con la diabetes, los dolores de sus piernas en sus últimos días, los cuidados médicos que no recibió a tiempo (así haya sido lo que haya sido), sumado a la de tantísimos más, sea semilla de bien, de justicia, de perdón, de reconciliación y de paz. Ya que hasta en eso podría parecerse al Maestro.


Por Rixio Portillo Ríos. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey.