El papa Francisco recibió este jueves 21 de noviembre a los participantes en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para la Cultura y la Educación, la primera tras la fusión de ambos departamentos vaticanos. Según explicó, la unificación de estos dos órganos mediante la Constitución Apostólica ‘Praedicate Evangelium’ busca un enfoque innovador capaz de fomentar el diálogo y la creatividad. A partir de ahí, los asistentes al encuentro en los palacios apostólicos les hizo una llamada a reimaginar la educación y la cultura como herramientas clave para construir un mundo más justo y esperanzador.
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Desde el Salón Clementina del Vaticano, el pontífice destacó la importancia de integrar los ámbitos de la educación y la cultura, uniendo en sinergia los recursos humanos y espirituales para crear un impacto transformador. El papa se congratuló de que “el mundo tiene el mayor número de estudiantes de la historia” con más de 110 millones de niños que terminan la enseñanza primaria. Sin embargo, denunció que alrededor de 250 millones de niños y adolescentes no asisten a la escuela. “Es un imperativo moral cambiar esta situación”, señaló. Y fue más allá: “Es un genocidio cultural cuando les robamos el futuro a los niños, cuando no les ofrecemos condiciones para convertirse en lo que podrían ser”.
Francisco subrayó que el mundo necesita “nuevos poetas sociales”, educadores y artistas que no se limiten a replicar modelos existentes, sino que sean capaces de erradicar las desigualdades y la exclusión. Llamó a las instituciones educativas y culturales a enseñar a soñar y desear un mundo mejor. En ese sentido, citó un poema de Emily Dickinson con el que invitó a los educadores y artistas a ser audaces, asumir riesgos y expandir los horizontes de la creatividad humana. Para el Papa, el verdadero educador siempre avanza hacia nuevos desafíos.
“Patologías culturales”
El Pontífice también alertó sobre la existencia de “patologías culturales” en la actualidad que pueden ser combatidas con esperanza. También, instó a los centros de investigación universitarios a reflexionar sobre las implicaciones éticas de sus avances, destacando que “las transiciones culturales más complejas son también las más fructíferas”.