Hace ahora un año, Francisco convocó a los obispos españoles para participar en una singular cumbre con la que buscaba dar el pistoletazo de salida a una reforma integral de los seminarios, en fondo y forma. Tras una investigación exhaustiva realizada por dos obispos uruguayos que corroboró las algo más que intuiciones del Papa, el Dicasterio para el Clero estableció una hoja de ruta con 2026 como fecha límite para acometer una reagrupación de centros ante la falta de vocaciones y reconducir una formación que, en algunos casos, padece lagunas afectivas y presenta tintes ideológicos.
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Afrontar la crisis
Las resistencias iniciales han abierto paso a un proceso de transformación que ya se ha visibilizado, por ejemplo, en la creación del seminario interdiocesano que aglutina a tres diócesis gallegas y en la fusión de facto de otros tantos. Bienvenidas sean estas reestructuraciones que, sin embargo, pueden quedarse cortas a la luz de una realidad que se impone ante la carestía de candidatos al sacerdocio. Dormirse en los laureles, en unos casos, o mirar para otro lado, en otros, no permitirá poner coto a una crisis que toca afrontar de frente, aun con todas las aristas dolorosas que conlleva.