Los obispos de la Conferencia Episcopal del Norte de África (Cerna) han reivindicado que “la Biblia no puede utilizarse para legitimar la colonización y anexión de un territorio” ante lo que está ocurriendo en Tierra Santa. Así lo han señalado en un comunicado publicado al concluir en Roma su visita ‘ad limina Apostolorum’.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Palabras de justicia y paz
En el texto firmado por el cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat y presidente de la CERNA, los obispos de Trípoli, Benghazi, Túnez, Argel, Oran, Laghouat, Tánger, el prefecto apostólico de El Aaiún-Sáhara, el administrador diocesano de Constantina e Hipona y sus vicarios generales reiteran que “en ningún caso se puede utilizar la Biblia para legitimar la colonización y la anexión de un territorio que pertenece a un pueblo que sólo desea vivir en derecho y en paz”.
Para los prelados, “es necesario distinguir a los pueblos de sus gobiernos” y “el gobierno de Israel no es todo el pueblo israelí. Hamás no es todo el pueblo palestino”, reiteran. En el próximo tiempo de Adviento los obispos traen a la memoria “la tierra donde Jesús nació, donde creció, donde pronunció palabras de justicia y de paz, donde dio su vida por toda la humanidad, donde resucitó. Esta tierra está desgarrada desde hace más de un año por el conflicto, con su cortejo de víctimas, de desplazados, de destrucciones masivas”. Para los prelados “toda una población es tomada como rehén, privada de cuidados, privada de alimentos, y día tras día este conflicto se trivializa hasta la indiferencia. Como ocurre en muchos otros conflictos en África, Europa y muchos lugares del mundo”, denuncian.
Y es que, reclaman, “estamos por la paz, deliberadamente por la paz. Sufrimos con las víctimas, con todas las víctimas”. “Estamos contra la guerra, contra todas las guerras, contra toda violencia y todo acto de terrorismo”, reiteran mientras hacen un llamamiento a los gobernantes “de los países implicados” para que “tengan el valor de la humildad, escuchando sinceramente el sufrimiento del otro, respetándose mutuamente y rechazando todo odio” y rechacen “toda provocación, todo deseo de destrucción, todo espíritu de venganza o de dominación”.