Gaspar Muñiz Álvarez: este cura sí lleva la batuta

Sacerdote diocesano al frente de la parroquia de Pravia (Asturias) y director de orquesta sinfónica

Gaspar Muñiz Álvarez (Oviedo, 1978) es sacerdote diocesano al frente de la parroquia de Pravia (Asturias) y director de orquesta sinfónica. Todavía hoy extraña, aunque no debería. “La verdad es que me siento bastante cómodo, pero en el mundo musical, a nivel civil –o laical, si se quiere–, eres el director cura o el cura director. Están esas dos realidades, según quien lo mire, pero yo lo vivo con bastante paz”, declara.



“Es verdad que llama mucho la atención, sobre todo a la gente que dentro del mundo de la cultura no es cercana a la Iglesia –prosigue–. No lo digo con maldad. Simplemente, que no han tenido una formación o llevan una vida desvinculada de nosotros. A mí me ha valido para el mundo exterior, porque yo creo que es muy importante, de alguna manera, encontrar un vínculo o un gancho, y a mí me sirve para poder hablarles también de la vida de fe o de la Iglesia”.

Don Gaspar, como se le llama en Pravia, no tiene duda: primero es sacerdote. “Pero ser director de orquesta es como una vocación. Creo que el Señor da muchas vocaciones a las personas, no solo una. Por ejemplo, la vocación de ser padre o madre no tiene por qué estar reñida con la de ser un gran profesional. Quizás el ‘quid’ de la cuestión es la jerarquización. ¿Cuál es la vocación primordial?”, se pregunta. Para responder a renglón seguido: “Yo siempre tuve muy claro que la mía era la de ser presbítero y, en ese sentido, entre mis compañeros no he tenido un trato diferente. Tampoco hago bandera de ello. Mi vida gira en torno al presbiterado, por y para el clero”.

Un logro compartido

Ya hace casi un década, en la Navidad de 2015, el sacerdote obtuvo matrícula de honor en el examen de Licenciatura en Dirección de Orquesta Sinfónica en la Associated Board of the Royal Schools of Music, animado por quien era su profesor, Cristóbal Soler, por entonces director musical del Teatro de la Zarzuela. “Cuando obtuve la titulación, lo celebré, especialmente, con quienes me apoyaron desde el principio, porque, en aquella época tenía siete parroquias, y para ir a estudiar, por ejemplo, a Madrid o a Valencia, que iba tres días a la semana, mis hermanos curas me cubrían y lo hacían de milagro; si no es por ellos, no hubiese podido sacar esto. Quizás sea esa la razón por la que siempre lo hemos vivido como una cosa de todos. Lo vivimos con mucha naturalidad”.

Orquesta sinfónica. Al frente el sacerdote Gaspar Muñiz Álvarez

En el verano de 2017, el padre Muñiz Álvarez tuvo que dejar las parroquias de Colunga, La Riera, Pivierda, Lliberdón, San Juan de Luz, La Llera y Pernús –las siete–, enviado por el Arzobispado de Oviedo a estudiar Liturgia a Roma. Desde 2022 es párroco de Pravia. “Los feligreses lo disfrutan un montón, claro, porque de vez en cuando hay un regalo para ellos. Al final, son mi familia”, reconoce. “Ahora mismo –sigue explicando– estoy preparando un concierto de Navidad y, por supuesto, lo hago en mi parroquia. O, por ejemplo, después de examinarme, que lo hice con la Sinfonía Pastoral de Beethoven y la 104 de Haydn, di también ese concierto en mi parroquia anterior, la de Colunga. Lo comparto con ellos y lo viven con mucha alegría”.

Lenguaje universal

Desde principios de año, Gaspar Muñiz Álvarez también es doctor en Sagrada Liturgia por el Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo de Roma. Durante los siete años del paréntesis romano, no ha dirigido orquesta alguna, pero ahora coge de nuevo la batuta. “Para mí, siempre fue clave lo que dice Pío XII en la ‘Mystici Corporis Christi’ (1943). Esta encíclica habla de que todo lo humano se refleja en lo divino y todo lo divino en lo humano, como un cuerpo, como un todo orgánico. Y yo creo que ese es un gran punto de partida, porque lo cristiano pasa por lo que es el cuerpo, lo humano, y no hay expresión humana más alta que la música, porque es el lenguaje universal. No hay que ser de la misma cultura, no hay que hablar el mismo idioma, no hay que creer ni votar a los mismos, es un lenguaje universal que nos capta a todos”, defiende.

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