En ocasiones, los médicos tenemos que practicar procedimientos invasivos que pueden ser dolorosos y conllevan un riesgo; por ejemplo, obtener muestras biológicas (sangre, líquidos de la cavidad abdominal y torácica, o del que baña la médula espinal). Otras veces, debemos canalizar vasos sanguíneos gruesos para infundir fármacos. Son maniobras que se aprenden durante la residencia y que después realizamos cientos de veces durante nuestra vida profesional.
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Sus indicaciones y contraindicaciones son casi siempre claras, y la consideración riesgo/beneficio se tiene en cuenta y –salvo en el caso de emergencias vitales o la completa ausencia de familiares– se comenta y decide junto con el paciente, que da su consentimiento verbal o escrito.
Se extrema el cuidado
Intentamos disminuir la ansiedad explicando en qué consiste el procedimiento, eliminamos el dolor utilizando anestésicos locales o sedantes generales y procuramos minimizar los posibles riesgos y extremar el cuidado.
Antes de comenzar, se realiza un lavado de manos escrupuloso. En la actualidad, con geles antisépticos; antiguamente, con jabón y cepillo. Es el inicio de un ritual, que consiste en desplegar el material que vas a utilizar, limpiar la zona a puncionar, preparar los frascos donde se recogerán las muestras o la bolsa donde se drenará el líquido sobrante. A continuación, se punciona y obtenemos el líquido o tejido, que enviamos al laboratorio para su análisis.
Que dirija mi mano
Antes de comenzar, mientras explico al paciente cada paso para intentar disminuir su ansiedad, siempre rezo. Le pido al Señor que me ayude y dirija mi mano, me conceda destreza y pueda obtener la muestra o canalizar el vaso sanguíneo con precisión, rapidez y sin causar daño.
Pido al Dios que sacó a los israelitas de Egipto, con brazo fuerte y mano poderosa, que guíe mis pasos y ayude a un humilde médico, muchos siglos después, con la misma fidelidad que mostró entonces. Que me inspire en el diagnóstico y tratamiento de la persona enferma que está a mi cargo.
Ojalá Él me ayude a aliviar dolores y sufrimientos, serenar espíritus, acompañar a mis semejantes en la vida y en la muerte. Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos, y por este país.