En un estudio restringido del que tuve información, encargado por un conglomerado de entidades financieras tras la pandemia, se concluía que había un 25% de probabilidades de que en Estados Unidos se produjera una guerra civil. El estreno de la película ‘Civil War’ en 2024 (dirigida por Alex Garland) ha llevado a la esfera de la conversación pública la posibilidad de que la mayor democracia del mundo quiebre y se desate un enfrentamiento fratricida. Dos años antes, en 2022, la sexta y última temporada de la serie ‘The Good Fight’ (creada por el matrimonio formado por Robert y Michelle King en 2017) tuvo como argumento central el estallido de un comienzo de guerra civil en Estados Unidos.
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Comenzaba con un episodio titulado ‘El comienzo del fin’ y terminaba con dos que tituló ‘El fin de la democracia’ y ‘El fin de todo’. En realidad, las fuerzas de inteligencia de Estados Unidos ya habían comenzado a considerar la posibilidad de guerra civil en Estados Unidos en 2017, cuando tras la toma de posesión de Donald Trump como 45º presidente, la CIA constituyó la Political Inestability Task Force, dedicado a monitorear el riesgo de dicha posibilidad en el panorama mundial.
Lo cierto es que la especulación alrededor de la posibilidad y probabilidad de una segunda guerra civil americana está ya en las conversaciones tanto de intelectuales como de políticos en ejercicio, líderes sociales y cualquier ciudadanos de a pie. Puede que conversar sobre ello cumpla una función de vacuna que aleje dicha amenaza, o puede que lo haga normal.
La Purga
En 2013, la inquietante película ‘La Purga’ (dirigida por James DeMonaco) ya presentaba un cambio de régimen por parte de una clase política autoproclamada Nuevos Padres Fundadores de una II República en Estados Unidos, y estaba principalmente inclinada al odio y violencia política contra las razas minoritarias, las personas migrantes, las personas vulnerables, las elites profesionales y los opositores al nuevo régimen de los Nuevos Padres Fundadores. Donald Trump declaró en la campaña electoral de 2024 que habría que enviar a los militares contra los opositores políticos y los migrantes, lo que denomina el enemigo interior, haciendo uso de la Ley de Insurrección.
Joseph Nunn (experto en estudios militares del Brennan Center’s Liberty and National Secuity) documentó esta nueva doctrina trumpista en un artículo del 5 de enero de 2024 titulado “Trump quiere usar las fuerzas militares en contra de sus enemigos internos”. Durante la campaña también anunció que aplicaría a los migrantes irregulares el Acta de Enemigos Extranjeros de 1798. Incluso tuvo una intervención en la que abogó por un día para que la población actuara con violencia impune contra quienes considerara criminales. Esta alusión fue relacionada directamente con ‘La Purga’ por diversos medios de comunicación.
Anocracia e identidad: los dos precipitadores críticos de guerras civiles
La politóloga neoyorquina Barbara F. Walter se ha especializado en estudiar las condiciones por las cuales se desatan guerras civiles en un mundo que ha visto crecer este tipo de conflictos en un 50% durante el primer cuarto del siglo XXI. En 2023 presentó sus conclusiones en una charla TED de 13 minutos.
En sus estudios comparativos de guerras civiles a lo largo de la historia y la actualidad concluye que hay dos factores que predicen que una sociedad rompa en guerra civil. El primer factor es que se constituya un régimen anocrático, que consiste en democracias parciales, regímenes políticos en los que hay una relevante veta autoritaria institucionalizada que, como diría J.J. Linz en un famoso libro, quiebra la legitimidad. El estado anocrático ―término desarrollado por Monty Marshall y Benjamin Cole en el Center for Systemic Peace― reviste una praxis autocrática con una cobertura democrática formal. En 2013 había un 25% de estados anocráticos en el mundo y en 2024 se acerca al tercio.
El segundo factor que propicia el estado de guerra civil es si los partidos políticos crean una base social más basada en identidades que en ideologías. La promoción de la idea de guerra cultural acelera esa transformación. La formación de partidos basados en la identidad racial, nacionalista o religiosa es el segundo factor provocador de guerracivilismo.
Según Barbara Walter, ya antes del intento de golpe de Estado con la toma del Capitolio que Trump impulsó el 6 de enero de 2021, Estados Unidos cumplía con las condiciones que hacía que otros países del mundo fueran clasificados por la CIA como Estados en riesgo de Guerra Civil.
Quienes comienzan las guerras civiles suelen ser sectores sociopolíticos o religiosos que han sido dominantes y se consideran en declive, como es el caso de los varones supremacistas blancos o el nacionalismo cristiano, que ve cómo Estados Unidos pasa de un país mayoritariamente anglosajón a otro étnicamente más diverso, un país cristiano a otro mutirreligioso, o un país patriarcalista a otro equitativo entre varones y mujeres.
Estigmatización cospiranoica de las elites
Hay más factores que podríamos añadir. Uno de ellos es la estigmatización de la elite política capitalina como un conjunto conspirador contra la identidad del sector dominante en declive. En este caso, se ha estigmatizado tanto Washington como todo el sistema de Naciones Unidos, como muestra los infundados ataque contra la Agenda 2030. De este modo, no solamente se quiebra la legitimidad, sino que se justifica el golpismo y tiranicidio.
Hay múltiples ejemplos de ello, pero entre ellos resalta el ‘Pizzagate’, una teoría conspiranoica que acusaba al Partido Demócrata de estar financiándose con el tráfico y abuso sexual de niños, que usaba negocios como pizzerías para operar. Eso provocó asaltos armados a distintas pizzerías como la llamada Comet Ping Pong en Washinfgton DC., atacada con armas de fuego en 2016 y 2019. Si las elites políticas y de altos funcionarios son criminales, entonces cualquier medida parecería no solo moralmente legítima, sino necesaria.
Esfera informativa cerrada
Otro factor es la formación de una esfera informativa sectaria en la que se amplifiquen los mensajes de odio, incendie los ánimos, satanice al adversario, invoque la guerra ―aunque sea cultural― y muestre a la sociedad al borde del cataclismo. Las redes sociales han cumplido esa función y lo han hecho mediante la manipulación de los algoritmos que han favorecido la radicalización como modo de aumentar el consumo de las mismas. El odio y el porno son parte sustancial de un modelo de negocio de dichas redes de ‘microblogging’.
Elon Musk se ha apoderado de ‘Twitter’ con fines estrictamente políticos, con la intención declarada de sustituir a los medios periodísticos ―“los media soy vosotros”, dijo a los usuarios de Twitter y Truth― y manipula su red X para hacer llegar a sus millones de cuentas sus mensajes. Entre otros, uno publicado en agosto de 2024 donde declaraba que “la guerra civil en Reino Unido es inevitable”, a propósito de los ataques ultraderechistas a extranjeros tras el asesinato de tres niñas en Southport. Pero la infraestructura informativa que más ha contribuido a crear una esfera impermeable es la estrategia corporativa de la Fox, ideada por Roger Ailes, a quien ya dedicamos hace tiempo un amplio reportaje en ‘Vida Nueva’, y que concibió hacerse con el dominio informativo de la exacta mitad de la población estadounidense a base de la extrema manipulación y radicalización política, social, cultural y religiosa.
La religión como acelerador de la guerra civil
La retórica de la guerra cultural siempre ha sido responsable de las derivas a guerras civiles porque inmediatamente divide artificial y letalmente a la comunidad. La religión es un fuerte acelerador de las guerras civiles o, por el contrario, una fuerza moderadora y humanizadora que lo evita. El reciente documental ‘Dios y Patria’ (Dan Partland, 2024) muestra expresivamente cómo el nacionalismo cristiano pone la identidad cristiana nacional por encima de la democracia.
En artículos anteriores sobre el integrismo católico del vicepresidente J.D. Vance, mostramos cómo se ha expandido la teoría diárquica ―o teoría de las Dos Espadas― que impulsa un nuevo régimen político en el que el poder temporal debe someterse al poder religioso, estando este último no determinado por una jerarquía clerical o una organización religiosa concreta, sino por un liderazgo mesiánico. Una y otra vez Trump ha proclamado que ha sido elegido por Dios y así se recordó en la noche electoral en que obtuvo su segunda victoria. Trump concentra todo el poder religioso que durante la primera etapa de la Mayoría Moral ejercieron los telepredicadores evangelistas.
¿Otra Guerra Civil en Estados Unidos?
‘Another Civil War in America?’ Es el título de un estudio publicado en abril de 2024 por la revista científica ‘Administration & Society’ (volumen 56, nº5) ―los autores son Montgomery van Mart y otros― analiza en profundidad la posibilidad de guerra civil en Estados Unidos. La mayoría de científicos cree que hay relativamente bajas probabilidades. En 2022, el jurista de la Universidad de Yale, Paul Kahn publicó un estudio en el que la veía probable (‘America’s New Civil War’, en la revista ‘Critical Theory of the Contemporary’, nº198), y fue contestado ese mismo año en el número 198 de la revista ‘Telos’ por Mark Kelly (‘The Second American Civil Wari s not taking place’) y David Pan (‘The underlying unity of the American people’). Aunque estos últimos coinciden en que las tendencias podrían conducir a una guerra civil, creen que no sucederá porque la unidad nacional es mucho más potente de lo que se estima y porque la situación de violencia política no ha experimentado niveles suficientemente intensos.
“En este otro artículo de 2024, los estudiosos encuentran inquietantes similitudes entre 2024 y 1861. La intensidad de división cultural en el actual Estados Unidos es similar a la de la sociedad que condujo a la Guerra Civil de 1861. La desigualdad social también tiene rangos parecidos, la confianza política esta en el mismo desplome, y se ha disparado el hiperpartidismo que reduce la reciprocidad sociopolítica. “Las tendencias cada vez más hiperpartidistas en los Estados Unidos han llevado a divisiones políticas históricamente profundas en la sociedad”. Las organizaciones que pueden ejercer de puente, especialmente aquellas de inspiración religiosa, están en declive.
La tolerancia pública de la violencia política es cada vez mayor y provoca el rearme material de la población civil, con frecuencia con armamento de guerra. Las encuestas revelan que el apoyo a la secesión estatal aumentó del 24% en 2014 al 37% en 2021. El 37% de los Estadounidenses en la actualidad contemplan positivamente una secesión de parte del país para defender el nacionalismo cristiano o el supremacismo racial. Aceptan que hablar de la perspectiva de una guerra civil, frecuentemente con un lenguaje aparentemente hipotético de “si es necesario”, se ha vuelto común en las redes sociales, entre los miembros del Congreso y por parte de los políticos locales.
Los autores encabezados por Montgomery van Mart concluyen que “según nuestro análisis, si bien las perspectivas de una guerra civil a gran escala son relativamente remotas en la actualidad, no se las puede descartar en esencia como se podía hacer hace apenas una generación. Mientras el ciclo negativo del capital social siga siendo dominante, el malestar sociopolítico es inevitable. Sin embargo, aún está por verse si alcanzará o no el nivel de una guerra civil, un acontecimiento poco frecuente en una democracia establecida”.
Es probable que el Estados Unidos de Donald Trump experimente un cambio de régimen o deteriore su constitución política hasta convertirse en una anocracia. Si eso conduce a una guerra civil depende de que en el ámbito opositor se generen redes violentas similares a las que se han formado en el supremacismo nacionalista cristiano. Si en estos próximos cinco años se materializa esa oposición violenta, las probabilidades de guerra civil aumentarían cualitativamente. Sinceramente, no creo que eso vaya a suceder, pero distopías como ‘The Good Fight’ han mostrado lo fácilmente que se puede producir. La serie francesa ‘La Fiebre’ (Eric Benzekri, 2024) también nos ha mostrado este mismo año la fluidez con que se puede crear un clima político de alto enfrentamiento.
Otro factor que hace menos probable una guerra civil es que la unidad civil en Estados Unidos pueda restituirse ante una guerra externa, y en ese sentido la guerra comercial con China y el creciente conflicto con el bloque de la Nueva Era fundado por Pekín y Moscú pueden crear un nuevo contexto.
No obstante, la mera posibilidad de guerra civil o el clima que la hace propicia debe multiplicar las movilizaciones para restaurar la democratización no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. La cultura del encuentro y el arte del diálogo que fomenta el papa Francisco junto con la refraternización propuesta en Fratelli tutti tienen las claves para poder redemocratizar nuestra civilización del siglo XXI.