Se han entregado los premios “Carisma 2024” de CONFER. Un evento en el que, entre otras cosas, se reconoce el trabajo de personas comprometidas en el servicio a la sociedad. Uno de los galardonados ha sido mi compañero –y mucho más– Augustín Ndour. La gala la presentaban Elsa González y José Beltrán, director de esta revista.
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La elección de Augustín, fue en la modalidad de “Carisma en Justicia y Solidaridad”, y en reconocimiento por ser promotor de la Iniciativa Legislativa Popular para la Regularización Extraordinaria de Personas Migrantes. La misma, ya está en su fase final de aprobación e, incluso antes de ello, ha conseguido parte de sus objetivos al mover al Gobierno actual a hacer dos reformas en la Ley de Extranjería.
Una vida con carisma
La ocasión es pretexto, más que suficiente, para traer a estas líneas la figura del bueno de Augustín. No solo porque me pueda el cariño que le tengo. Sino porque es una figura relevante en nuestro panorama político, aunque muchos aún no lo conozcan.
Sí. Porque Augustín, senegalés de origen, nacionalizado español, hoy por hoy es un “gran político”. Y ha sido –y eso quedará siempre para la historia– el primer candidato a la presidencia del Gobierno de España de origen africano.
Algo que él no buscó. Fue una respuesta nada fácil a la propuesta que otros le hicieron. Sin embargo, bien encontró el sentido absoluto de esa aventura: visibilizar que todos los seres humanos –también los a menudo denostados y vulnerabilizados– han de tener las mismas oportunidades. Mientras eso no ocurra, el mundo seguirá enfermo.
Desde entonces –fue en 2019–, he tenido la suerte de seguir de cerca la trayectoria de Augustín, y reconozco en su actuar y en su ser una fuente de inspiración continua para mi propia respuesta a esta llamada “a lo político”. Entre otros de sus hitos está la gira “Hacia una política del Encuentro”, que ya le ha llevado a cerca de 30 ciudades españolas. Y es que, “la revolución del encuentro”, es una de sus frases más repetidas en campañas electorales.
El carisma político
Pero me sirve este pequeño y particular homenaje, para reflexionar brevemente sobre qué es lo que otorga “carisma” en política.
Por desgracia, muchas de las veces, dicho carisma no es sino el resultado de los asesoramientos de especialistas en comunicación, márketing, etc.
¿Qué es lo que hace especial a Augustín –quien lo conozca lo puede rubricar–? Creo que, entre otros atributos, es fruto de la convergencia de dos movimientos internos que Augustín vive. Por un lado, su radical conciencia de que él está para servir, de que no le puede ninguna otra motivación. De hecho, él es el “político que no quiere ser político”, pero que toma conciencia de que la política es necesaria para la mejora de la vida de millones de personas.
Y por otro, su enorme sencillez con la que se muestra ante los demás, tanto en las conversaciones cercanas, como en las reuniones críticas (como las muchas en las que ha participado por todo lo relativo a la ILP).
Servicio y sencillez. Que transparentan nobleza, honestidad, humildad y aceptación de la propia fragilidad. Ese es el Carisma de Augustín.
Que se merece este y tantos otros premios. Al menos mientras sea una “raya en el agua” del escenario político y vuele dentro del mismo cual “colibrí” (referencia a una historia que Augustín cuenta, y por la que llevó la sudadera con tal pajarito mientras recogía el premio).
A ver si cunde el ejemplo.
Gracias, Augus.