A diferencia de otros Sínodos, el reciente, sobre la sinodalidad, no contará con una Exhortación posterior. El papa Francisco ha dicho que el documento final de la asamblea “participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro, y como tal pido que sea aceptado”.
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Pero: ¿qué tanto se ha estudiado ese texto? Me parece que, entre la decepción que provocó en muchas personas -esperanzadas de que se dieran avances, que no se lograron, en temas como el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal opcional y el matrimonio sacramental entre personas homosexuales- y la exagerada carga de escritos con la que tienen que lidiar los párrocos, el manuscrito conclusivo de la reunión sinodal ha pasado poco menos que inadvertido.
Y qué lástima, porque si el proceso sinodal, iniciado desde el 2021, tenía tres palabras claves: comunión, participación y misión, el documento final insiste en otro concepto generador: conversión. De hecho, cuatro de los cinco capítulos la incluyen en su título, y va desde la conversión de las relaciones hasta de los vínculos, pasando por la de los procesos.
Quizá sea por ello que Francisco de Roma, en la audiencia a los participantes de la Asamblea Plenaria de la Comisión Teológica Internacional, les invitó a desarrollar una teología de la sinodalidad: “… una reflexión teológica que ayude, aliente, acompañe el proceso sinodal, para una nueva etapa misionera, más creativa y audaz, que se inspire en el kerigma y que implique a todos los componentes de la Iglesia”. Y remató Bergoglio: “… una cosa fundamental para hacer una teología fructífera es no perder el sentido del humor… El Espíritu Santo es el que nos ayuda en esta dimensión de alegría y humor”.
Resalto tres chispazos de esta invitación: la reafirmación papal de que el sínodo no ha terminado, sino que pasa a una nueva etapa; la creatividad y la audacia como condiciones indispensables para que el quehacer teológico sea fructífero; y la necesidad de acudir al buen humor y a la alegría para fortalecerlo.
Yo añado un elemento, que tomo del gran teólogo Gustavo Gutiérrez, quien al definir a la teología de la liberación afirmó que ella siempre será un “acto segundo”: hay que partir del compromiso con los pobres, la praxis liberadora, y la reflexión vendrá después.
Lo mismo tendrá que pasar con la teología de la sinodalidad. Lo primero será convertirnos en personas e instituciones sinodales, es decir, capaces de escuchar, de dialogar, de discernir y de privilegiar la construcción comunitaria del Reino como tarea principal, antes de dedicar toda la vida a consolidar estructuras eclesiásticas que ya son obsoletas.
Pro-vocación
Qué curioso. Acaba de morir la mexicana Silvia Pinal. Viridiana, la película con la que obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes, en 1961, fue calificada por el Vaticano de blasfema y ofensiva a la fe católica, por recrear en una escena la Última Cena con indigentes. Lo mismo que pasó en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Paris, en este año. Qué curioso.