¿Cuánto valoramos la novedad?


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Camino del final del Adviento y vislumbrando ya la Navidad podemos reflexionar sobre una paradoja a la que nos invita el Año litúrgico: se supone que celebramos la novedad de la salvación… un año tras otro. Hace poco citábamos aquí un texto del libro del Eclesiastés que reflejaba con claridad la idea de que la novedad no es precisamente la característica de la vida humana: “Todas las cosas cansan, y nadie es capaz de explicarlo; ni el ojo se sacia de ver ni el oído de oír. Lo que fue, eso será; lo que se hizo, se hará: nada hay nuevo bajo el sol. Y si de algo se dice: ‘Esto es nuevo’, eso ya existió en los siglos que nos precedieron. No queda recuerdo de los antepasados, y de los que vendrán detrás tampoco quedará recuerdo entre sus sucesores” (Ecle 1,8-11).



Sin embargo, la Escritura es pródiga en textos que subrayan la novedad de la salvación. Así es como el profeta Isaías –concretamente, el llamado Segundo Isaías– describe esa liberación inminente que aguardaban aquellos que fueron desterrados a Babilonia durante el siglo VI a. C.: “No recordéis las cosas pasadas, no penséis en lo antiguo. Mirad, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis? Trazaré un camino en el desierto, senderos en la estepa” (Is 43,18-19).

Un poco más adelante –en lo que los especialistas denominan Tercer Isaías–, el profeta llega a hablar de cielos y tierra nuevos como metáfora de esa salvación nunca vista: “Quedarán en el olvido las angustias pasadas; desaparecerán de mi vista, pues voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; lo pasado no se recordará ni se volverá a pensar en ello” (Is 65,16-17).

1. Una Voz Grita En El Desierto

Quizá un poco antes, Jeremías vislumbró la novedad de la acción divina –la salvación– empleando para ello la alianza, una de las figuras más destacadas para subrayar la estrecha relación entre Dios y su pueblo: “Vienen días, oráculo del Señor, en que yo sellaré con el pueblo de Israel y con el pueblo de Judá una alianza nueva. No como la alianza que sellé con sus antepasados el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Entonces ellos violaron la alianza, a pesar de que yo era su dueño –oráculo del Señor–. Esta será la alianza que haré con el pueblo de Israel después de aquellos días –oráculo del Señor–: pondré mi Ley en su interior; la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jr 31,31-33).

Lo nuevo, en la medida que supera lo antiguo, lo solemos interpretar como lo definitivo. Pero ¿será inevitable que acabe haciéndose viejo?