“No es fácil hablar de los abusos y no hemos tocado fondo”. Es el balance que hizo esta tarde la teóloga y madre sinodal, Cristina Inogés, en la presentación del libro que ha coordinado: ‘Para que tengan vida… todas las víctimas’ (Khaf). La Fundación Botín de Madrid fue el escenario en el que se dio a conocer esta obra en la que participan, entre otros, Ianire Angulo, María Luisa Berzosa, Ana Medina, Xiskya Valladares, Rosa Ruiz y José Luis Pinilla. Junto a Inogés, en el acto intervinieron la psicóloga y teóloga Rosa Ruiz, y Miguel García-Baró, coordinador del proyecto Repara de la Archidiócesis de Madrid.
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“Es verdad que abusos hay en todas las instituciones y que, incluso mucho más que en la Iglesia, pero nosotros tenemos un acento especial: se han cometido en nombre de Dios y eso es lo que nos hace trágicamente diferentes”, expuso la pensadora.
Permitir una lacra
“No respondiendo con la fuerza que requiere, seguimos perdiendo credibilidad y nos afecta a la misión: ¡cómo vamos a evangelizar si en el fondo damos a entender que hay un Dios que permite los abusos!”, cuestionó.
“¿Podemos decir que la Iglesia hoy es un espacio seguro?”, se preguntó. De inmediato, dio respuesta: “No”. En este sentido, criticó que “mientras haya impunidad y se contagie de impunidad, por ejemplo, a los seminaristas en su formación, los abusos no tendrán fin”. De la misma manera, denunció que “las lagunas canónicas que tanto pueden favorecer a los victimarios”. “Este libro no es un homenaje a las víctimas, porque las víctimas necesiten que se las escuche y se las crea”, compartió Inogés.
Duelo latente
“El duelo de las víctimas, se puede complicar por la falta de reconocimiento social, porque no sé puede expresar el dolor. Son los llamados ‘duelos desautorizados’. Son muy frecuentes en quienes han sufrido abusos en la Iglesia”, incidió la responsable de investigación del Centro de Humanización de la Salud San Camilo. Con este punto de partida, explicó que “en el duelo, muchas víctimas, se dañan a sí mismas creyendo que son merecedoras de lo que les sucede. Y tienen que abandonar su parroquia y hasta su casa en ocasiones. Se les despoja de todo“. Por eso, dejó caer que a quienes han sufrido abusos bien podría definírseles como “mártires” de este tiempo.
Para García-Baró, “estamos en un momento que parece ya es mejor y que por tanto todo va a ir bien de manera automática, pero parece que hay síntomas que desvelan que de eso nada”.
“El qué dirán tiene una importancia enorme en todos estos procesos”, incidió el filósofo, que lamentó que todavía hoy “en ocasiones se busca salvaguardar el buen nombre de la institución”. Por eso, reivindicó una “nueva pedagogía eclesial” en esta materia. “La cantidad de cosas que quedan por hacer son enormes”, enfatizó García-Baró.