Siglos después del antiquísimo adagio atribuido a Publio Flavio Vegecio “Si vis pacem, para bellum” (si quieres paz prepárate para la guerra) es posible afirmar el error de fondo, porque no habrá paz derivada de una guerra, ni habrá paz quien en su conciencia solo piensa en hacer la guerra.
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Y no, no es un purismo deseo pacífico come flor, es la realidad, la guerra es una derrota humana porque establece como única forma de resolver el conflicto la violencia, a través de la eliminación del otro, en una lógica calculada que solo resta.
Alimentar el discurso de la guerra
El problema de fondo es que en el siglo XXI la violencia sigue siendo justificada. La preparación bélica para una guerra que comienza en la mente, se traduce en gestos y acciones que se enraízan en el corazón, se anidan en el centro mismo de la persona, de sus relaciones personales y sus relaciones sociales torciendo la cultura.
No hay que tener mucha imaginación para verlo, los que se creyeron el adagio de la guerra y la violencia están allí, líderes políticos barnizados con la ideología, que pretenden imponer su paz con la guerra, su visión de mundo con la fuerza, seguido por un grupito que muchas veces los adulan por el miedo y la prebenda.
El drama está en que la paz ha dejado ser ser un ideal común, así como hay muchos que ya no creen en Dios, también hay otros que no creen en la paz, y es más fácil jugársela a la fuerza para sobrevivir.
Navidad y año nuevo, tiempo de paz
El tiempo de Navidad y la maravillosa intuición de Pablo VI en dedicar el primer día del año a la paz, permite desde el comienzo del año civil reconocer la verdadera prioridad en el tiempo, en aquel que ha entrado en el tiempo y que con su cuerpo ha divido el muro que separaba. A Jesús, príncipe de paz.
A 2025 años de su nacimiento, en el Jubileo de la esperanza, el deseo de paz debe seguir intacto, y el empeño por seguir trabajando en ello sigue siendo urgente, pues la lista de las bienaventuranzas pueden ser difíciles, seguro nadie aspira a ser pobre, a tener hambre, o a llorar pero todos pueden aspirar en ser artesanos y trabajadores de paz, y a esa bienaventuranza si estamos llamados.
La paz, así también como el odio o la violencia, parte de una decisión humana, un ejercicio de voluntad, y por eso es importante ver las nefastas consecuencias de darle rienda suelta al desenfreno de la guerra que atropella a miles de víctimas inocentes.
El papa Francisco en su mensaje para el inicio del año señala: “la paz no se alcanza sólo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado”.
Por ello hacer prevalecer el deseo para el nuevo año, para que gestemos un mundo nuevo, un país nuevo, una sociedad nueva en la que reconociendo las diferencias sea posible la hermandad y la fraternidad, sin necesidad de prepararnos para la guerra, sino al contrario, ejercitándonos para la paz.
Por Rixio G. Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.