Tras la apertura de la Puerta Santa y la celebración de la Misa del Gallo, el papa Francisco volvió a encontrarse con los fieles para la bendición ‘Urbi et orbi’ de Navidad a mediodía en la Plaza de San Pedro. Un acto marcado también por el Año Jubilar ordinario de 2025, que acaba de comenzar. Por ello el Pontífice recordó por una parte que el nacimiento de Jesús fue un “acontecimiento, ocurrido hace más de dos mil años, que se renueva por obra del Espíritu Santo” y hoy “realmente se encarna de nuevo la Palabra eterna de salvación, que dice a cada hombre y a cada mujer; que dice al mundo entero: Yo te amo, te perdono, vuelve a mí, la puerta de mi corazón está abierta”; ya que “la puerta del corazón de Dios está siempre abierta, regresemos a Él. Volvamos al corazón que nos ama y nos perdona. Dejémonos perdonar por Él, dejémonos reconciliar con Él”.
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Y es que, prosiguió el Papa, la Puerta Santa del Jubileo “representa a Jesús, Puerta de salvación abierta a todos. Jesús es la Puerta que el Padre misericordioso ha abierto en medio del mundo, en medio de la historia, para que todos podamos volver a Él” como la oveja perdida.
La Puerta de la paz
“No tengáis miedo”, clamó, “la Puerta está abierta, abierta de par en par. No es necesario llamar. Venid, dejémonos reconciliar con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos entre nosotros, incluso con nuestros enemigos. Sí, la misericordia de Dios lo puede todo, desata todo nudo, abate todo muro que divide, disipa el odio y el espíritu de venganza”.
Además, proclamó, “Jesús es la Puerta de la paz” pero “con frecuencia nos detenemos en el umbral; no tenemos el valor para atravesarlo, porque nos interpela”. Porque, siguió “entrar por la Puerta requiere el sacrificio de dar un paso adelante, de dejar atrás contiendas y divisiones, para abandonarnos en los brazos abiertos del Niño que es el Príncipe de la paz” por lo que invitó “a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones”.
Una paz que pidió para “la martirizada Ucrania”, “que se tenga la audacia de abrir la puerta a las negociaciones y a los gestos de diálogo y de encuentro, para llegar a una paz justa y duradera”, pidió. También para Oriente Medio, “con los ojos fijos en la cuna de Belén, dirijo mi pensamiento a las comunidades cristianas de Israel y Palestina, en particular a Gaza, donde la situación humanitaria es gravísima”. Para este conflicto rogó “que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se ayude a la población extenuada por el hambre y la guerra”. También en el caso del sur del Líbano y Siria deseando “que se abran las puertas del diálogo y de la paz en toda la región, lacerada por el conflicto” y que Libia pueda “buscar soluciones que permitan la reconciliación nacional”.
Francisco pidió la esperanza para “las familias de miles de niños que están muriendo a causa de la epidemia de sarampión en la República Democrática del Congo” y para Burkina Faso, Malí, Níger y Mozambique ya que “la crisis humanitaria que las golpea está causada principalmente por conflictos armados y por la plaga del terrorismo y se agrava por los efectos devastadores del cambio climático, que provoca la pérdida de vidas humanas y el desplazamiento de millones de personas”. Deseó “los dones de la paz, la concordia y la fraternidad” para los países del Cuerno de África instando a la comunidad internacional que favorezca “el acceso de la población civil de Sudán a las ayudas humanitarias y poner en marcha nuevas negociaciones con el propósito de un alto el fuego”. No faltó un pensamiento para Myanmar cuyos habitantes “padecen grandes sufrimientos y son obligados a huir de sus casas” por los “continuos enfrentamientos armados”.
Destruir los muros
“Soluciones eficaces en la verdad y la justicia, para promover la armonía social” fue el deseo de Navidad del Papa para países americanos como Haití, Venezuela, Colombia y Nicaragua en un Año jubilar que debe servir “para edificar el bien común y redescubrir la dignidad de cada persona, superando las divisiones políticas”. A esto ha añadido una atención especial pidiendo que el jubileo acabe con “todos los muros de separación”, en particular con “los ideológicos, que tantas veces marcan la vida política, y los materiales, como la división que afecta desde hace ya cincuenta años a la isla de Chipre y que ha lacerado el tejido humano y social. Hago votos para que se pueda alcanzar una solución compartida, que ponga fin a la división respetando plenamente los derechos y la dignidad de todas las comunidades chipriotas”, reclamó.
Jesús “nos espera en el umbral” de la Puerta Santa, prosiguió Francisco. “Nos espera a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles. Espera a los niños, a todos los niños que sufren por la guerra y el hambre. Espera a los ancianos, obligados muchas veces a vivir en condiciones de soledad y abandono. Espera a cuantos han perdido la propia casa o huyen de su tierra, tratando de encontrar un refugio seguro. Espera a cuantos han perdido o no encuentran trabajo. Espera a los encarcelados que, a pesar de todo, siguen siendo hijos de Dios. Espera a cuantos son perseguidos por su fe”.
Además, agradeció el papes de “los padres, los educadores y los maestros, que tienen la gran responsabilidad de formar a las nuevas generaciones; pienso en el personal sanitario, en las fuerzas del orden, en cuantos llevan adelante obras de caridad, especialmente en los misioneros esparcidos por el mundo, que llevan luz y consuelo a tantas personas en dificultad”.
Finalmente reclamó que “el Jubileo sea la ocasión para perdonar las deudas, especialmente aquellas que gravan sobre los países más pobres. Cada uno de nosotros está llamado a perdonar las ofensas recibidas, porque el Hijo de Dios, que nació en la fría oscuridad de la noche, perdona todas nuestras ofensas. Él ha venido a curarnos y perdonarnos. Peregrinos de esperanza, vayamos a su encuentro. Abrámosle las puertas de nuestro corazón, como Él nos ha abierto de par en par la puerta del suyo”, concluyó a la vez que felicitó la Navidad.