Tras celebrar la Navidad en Gaza el pasado domingo, el Patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa ha podido celebrar finalmente la misa del gallo en Belén. Una cita a la que han acudido los cónsules de Francia, Italia, Bélgica y España. Aunque sin el tradicional gran árbol de Navidad o luces festivas, el purpurado recordó tras su llegada a la población “las graves penurias que millones de personas de la región siguen padeciendo a causa de la guerra”.
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Pizzaballa pasó el control del muero en el entorno de la Tumba de Raquel acompañado por el vicario de la Custodia de Tierra Santa, Ibrahim Faltas. Ya en la plaza del ayuntamiento de Belén destacó: “he visto destrucción, pero también vi vida en los corazones de los cristianos que no se rinden ante la pobreza, el odio, la violencia”. “Es triste ver Belén sin peregrinos, con las tiendas cerradas, pero no debemos perder la esperanza”, lamentó en una población en la que son cristianos el 11% de los 215.000 habitantes, según recoge la agencia Sir.
Sin huida
“Creer o partir, habitar esta nuestra tierra y vivir esta nuestra historia o seguir nuestro propio camino”. Con estas palabras el cardenal presentó la escena de la Navidad en su homilía en la misa de medianoche en la iglesia de Santa Catalina, adyacente a la Natividad. Una intervención en la que condenó a “los césares augustos de este mundo” que “están dentro del círculo vicioso de la fuerza, que elimina a los enemigos de cada uno para crear siempre otros nuevos”. “Jesús no tuvo miedo de nacer en este mundo ni de morir por él. Él nos pide que no tengamos miedo de los poderes de este mundo, sino que perseveremos en el camino de la justicia y de la paz, que encontremos espacios adecuados donde puedan nacer y crecer nuevos estilos de reconciliación y de fraternidad, que hagamos de nuestras familias y comunidades las cunas del futuro de justicia y de paz, que ya ha comenzado con la venida del Príncipe de la Paz”, reiteró Pizzaballa.
“El canto de gloria, alegría y paz de los ángeles parece desafinar tras un año agotador de lágrimas, sangre, sufrimiento, esperanzas a menudo truncadas y planes de paz y justicia destrozados. El lamento parece abrumar el canto y la rabia impotente parece paralizar todo camino de esperanza”, reiteró el Patriarca. Para él, “nosotros vemos en este Niño el gesto inédito e inaudito de un Dios que no huye de la historia porque es demasiado dolorosa y mala, sino que la ama, entra en ella con el paso delicado y fuerte de un Niño recién nacido”.
“La Navidad del Señor está toda aquí: a través de su Hijo, el Padre se implica personalmente en nuestra historia y lleva su carga, comparte su sufrimiento y sus lágrimas hasta la sangre, y le ofrece una salida de vida y de esperanza”. “Es cierto que somos pocos y quizá hasta insignificantes en las constelaciones del poder y en el tablero donde se juegan las partidas de los intereses económicos y políticos. Somos, sin embargo, como los pastores, el pueblo al que está destinada la alegría de la Navidad y que participa en la victoria pascual del Cordero”, concluyó.