(José Lorenzo– Redactor Jefe)
“Buena cosa es esa mayor comunión [de los obispos], y más en un momento en que se reclama aunar fuerzas de cara a esa nueva evangelización de la que España va a ser pieza clave”
Tal y como les pidió el Papa en Valencia, en 2006, durante el Encuentro Mundial de las Familias, los obispos españoles han acrecentado entre ellos su comunión fraterna. No fue aquélla una petición baladí, sino que vino motivada por ciertas tensiones a cuenta, sobre todo, de algunos documentos debatidos y aprobados entonces por la CEE.
Ahora, tras el viaje a Santiago de Compostela y Barcelona, esta espinosa cuestión, formalmente, ha mejorado. En la comida con todo el episcopado español, en el Arzobispado de Barcelona, el ambiente fue muy distendido. A ello contribuyó también el clima creado durante la celebración litúrgica de la dedicación de la Sagrada Familia. El caso es que, de allí, buena parte de ellos salieron más hermanados. Ejemplo de ese sentimiento lo brindó el anfitrión, el cardenal Sistach, quien reivindicó –vaya usted a saber en respuesta a qué o a quién– que aquélla no es una Iglesia aislada ni solitaria, y que su pastor “es de verdad un miembro del Colegio episcopal”.
Buena cosa es esa mayor comunión, y más en un momento en que se reclama aunar fuerzas de cara a esa nueva evangelización de la que España va a ser pieza clave. Para ayudar a ello, tal vez habría que reparar en unas palabras del Papa sobre las conferencias episcopales, que han pasado desapercibidas en nuestro país. Decía Benedicto XVI, entre otras cosas, que los asesores y estructuras de las conferencias episcopales están para el servicio de los obispos, no para sustituirles; recomendaba que en algunos temas de especial relevancia, los obispos actuasen de manera conjunta; animaba a una estrecha cooperación entre pastores como forma de ayuda para cumplir mejor su ministerio, así como a la unión de esfuerzos para compartir fatigas; incluso invitaba a evitar la tentación de que las conferencias episcopales se conviertan en una realidad paralela o sustituta de la labor del ministerio de cada obispo, ni a ser intermediarias entre éste y la sede de Pedro. Estas reflexiones a modo de breve manual de uso se las regaló el Papa a los obispos brasileños en visita ad limina. Pero su aplicación es universal.
En el nº 2.731 de Vida Nueva.