En el 2008, el cineasta alemán Dennis Gansel filmó ‘La ola’, una película que mostraba cómo una democracia puede ver emerger de sus entrañas una autocracia, y eso es lo que exactamente está ocurriendo y sucede a escala mundial. No es una ola, sino un tsunami.
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Algunos signos. El secretario general de la OTAN ha instado a que todos los pueblos europeos adopten una “mentalidad de guerra”. Trump ha reclamado, amenazando con el uso de sus Fuerzas Armadas, la anexión de Groenlandia y el Canal de Panamá. Nadie piensa que Putin pueda perder la guerra de Ucrania y extender un cinturón de acero. Elon Musk ha emergido como un político global financiando la ultraderecha en Europa y manipulando X, la mayor plataforma de comunicación política. Zuckerberg ha retirado la obligación de verificación de la información en todas sus redes.
Ya estamos ante una Internacional Ultraderechista cuyos rasgos van tomando progresivamente forma y que altera sustancialmente la Alianza Mundial de Derechos Humanos, el sistema ONU de gobernanza internacional y el régimen de democracia parlamentaria.
Polarización
Esta polarización político-cultural es, principalmente, resultado de la polarización económica, las enormes desigualdades que no cesan de crecer en nuestro mundo, acompañadas de la gran desvinculación social y el deterioro de salud mental que se está sufriendo. Eso ha llevado a experimentar un estado de pérdida, abandono e impotencia. La progresiva superficialidad cultural y el construccionismo relativista no han hecho sino reenfocar el nihilismo contra los propios fundamentos de la democracia. Así procedió el fascismo y la Internacional Ultraderechista no es solución, sino que solo va a agravar los problemas aún más.
Este desafío es una oportunidad para profundizar la civilización de la fraternidad con justicia y trascendencia. Es la hora de la esperanza y ya es hora de hacer algo. El tsunami nos moja ya los pies.