Tribuna

La elección de Simona Brambilla: un nuevo tiempo

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Seis de enero, fiesta de la Epifanía del Señor. Para nosotros, en España, día de los Reyes Magos, que tradicionalmente vienen cargados de regalos. Al leer la noticia de que Francisco había nombrado ese día a la hermana Simona Brambilla nueva prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida apostólica, no he podido evitar pensar que el Papa había hecho a la Iglesia un buen regalo en esta fecha. La hermana Brambilla, sí, la hermana Brambilla no va a necesitar ser eminencia ni excelencia. La hermana Brambilla es una laica.



No estamos ante un nombramiento más que vaya haciendo justicia ante la situación de las mujeres en la Iglesia. Estamos ante un nombramiento cuya lectura nos dice que algo está cambiando de verdad. Aunque el diaconado y el sacerdocio estén pendientes, ¿quién imaginaba algo así en 2012, o incluso en 2021?

Estar al frente de un dicasterio no es cualquier cosa, y menos cuando esta mujer va a estar rodeada de cardenales no muy convencidos de su presencia (ni de la de ninguna mujer en el Vaticano). Francisco, poco a poco y sin mucho ruido, está revisando el concepto teológico de feminidad (aunque falta) y formulando una nueva antropología de la mujer (que también tiene que avanzar), más cercana a la realidad y para situarla donde debe estar, en el corazón de la Iglesia como todo bautizado.

Reloj

Simona Brambilla es una mujer que ha escuchado a muchas víctimas y, en la vida religiosa, sobre todo femenina, hay muchas víctimas de abuso de poder y de otros abusos. Pero, no solo eso, las ha escuchado y las ha creído. Y, desde que llegó al dicasterio como secretaria, ha ido limpiando cajones y sacando carpetas que llevaban muchos años durmiendo el sueño eterno del olvido.

Siendo todo esto importante, lo mejor de su nombramiento está en que es un paso definitivo dado por Francisco en cuanto a la incorporación de las mujeres a los cargos de dirección en la Iglesia. Es mostrar con total naturalidad que la Iglesia somos todos y que esa igualdad que nos da el bautismo hay que hacerla realidad y visible, además de cumplir lo que viene dado en Praedicate Evangelium, donde se ha separado el gobierno de la Iglesia del sacramento del orden.

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