Se nos viene de nuevo. Irremediablemente. En unos días tendremos a Donal Trump como presidente por segunda vez del país más poderoso –aún– del mundo.
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Y, aunque, seguro que entre sus propuestas y acciones habrá cosas positivas, es difícil no coincidir en que su figura está muy lejos de ser la del gobernante ejemplar, moderado y conciliador que se necesita en estos momentos de la historia.
Y me pregunto, ¿qué hay en el corazón de este controvertido líder?
El líder de la discordia
Ya antes de su toma de posesión, sus discursos y manifestaciones están volviendo a producir en gran parte del escenario mundial preocupación y miedo (sin ir más lejos, acaba de amenazar con invadir por la fuerza Panamá o Groenlandia…). Es, sin duda, el líder de la discordia.
Discordia. Del latin ‘dis-cordis’, “separación del corazón”. Porque sembrar discordia es lo contrario a construir con corazón. Es generar división, enfrentamiento, odio, rechazo… desamor.
Política cordial
En el polo opuesto tenemos la actitud de la cordialidad. La que apuesta por hacer las cosas desde el corazón.
Dice Francisco en la reciente Encíclica ‘Dilexit nos’:
“Nuestras comunidades sólo desde el corazón lograrán unir sus inteligencias y voluntades diversas y pacificarlas para que el Espíritu nos guíe como red de hermanos, ya que pacificar también es tarea del corazón. El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social” (DN 28).
Quien no se considere creyente podrá cuestionar la referencia al Corazón de Cristo, pero no dejará de convenir que muchas de las funciones que el Papa le atribuye al corazón (unir, pacificar, sanar, construir amor y justicia…) nos son imprescindibles en la tarea política.
‘Ex abundatia cordis os loquitur’
“De lo que hay en el corazón habla la boca”, afirma el Evangelio de Lucas (Lc 6, 45),
De ahí que, sospechemos que el corazón de Trump y de tantos otros próceres que rigen los destinos del mundo, no estén habitados precisamente por los atributos descritos más arriba.
‘Quizá por ello la tarea más urgente es cambiar las actitudes que van conformando los corazones de los hombres y mujeres de nuestra sociedad. Hace ya 100 años, el historiador inglés R. H. Tawney escribió que “es difícil alejar el egoísmo, la codicia y la beligerancia de la naturaleza humana… Lo que sí se puede hacer es crear un ambiente en el cual esas cualidades no sean alentadas (…) y establecer su orden social sobre principios que, a la larga -y con excepciones-, será su actividad práctica”.
Pues ahí tenemos todos/as tarea.
Contribuyamos a ese ambiente del corazón desde “abajo” y de forma cotidiana, para evitar que sigan creciéndonos “trumps”, “putines”, “netanyahus”, “kim jong-unes”, “bashares al assades”, etc. Pues, a día de hoy, nadie ha demostrado que vengan de otro planeta.
A trabajar.