¿Hay primarias en la Biblia?


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En estos últimos tiempos vivimos periódicamente un ritmo casi frenético de “primarias”. Bueno, lo de frenético es una licencia poética, porque, por ejemplo, en algunos territorios, en el PSOE no se encuentran más candidatos para secretario general del partido en la correspondiente región que el que los órganos centrales o Moncloa –valga la redundancia– determinan; así lo hemos visto en los casos de Madrid, Andalucía o Castilla y León.



En todo caso, lo de las primarias me ha llevado a preguntarme –con la ayuda de mi amigo José Manuel– si las hay en la Biblia. Y me parece que todos podríamos responder a esa pregunta: rotundamente no.

La razón es evidente: estamos ante un texto que crece en una cultura –ya sea el Antiguo Testamento como el Nuevo– que no es democrática (en aquellos tiempos lo de la democracia no se llevaba). Por tanto, las elecciones eran harina de otro costal. Así, en la Escritura, la elección está íntimamente ligada a la “vocación”, es decir, a la llamada. Por eso, por ejemplo, alguien es elegido solo por Dios para ser su profeta; nadie más le nombra para ello (al menos en lo que se conoce como la época clásica de la profecía, que coincide con los llamados profetas “escritores” o con libro que figuran en la Biblia). En el caso de los sacerdotes, la cosa era mucho más sencilla: se trataba de una cuestión de herencia, de modo que solo se podía ser sacerdote si se pertenecía a una familia de carácter sacerdotal.

El secretario general del PSOE andaluz, Juan Espadas, ha anunciado este martes que no optará a la

En el caso del Nuevo Testamento hay que introducir algún matiz. Los Doce apóstoles fueron elegidos directamente por Jesús. Sin embargo, cuando desapareció uno de ellos –Judas– y se quiso recomponer el número doce, los Hechos de los Apóstoles cuentan que Pedro dijo a los discípulos de Jerusalén: “‘Es necesario, por tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en que convivió con nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrección’. Propusieron dos: José, llamado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y rezando, dijeron: ‘Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado, del que ha prevaricado Judas para marcharse a su propio puesto’” (Hch 1,21-25).

A suertes

O sea, primero se pone alguna condición (ser testigo de Jesús desde el bautismo hasta la ascensión) antes de una propuesta formal de dos candidatos. Luego se dejará que Dios elija, pensando que la “suerte” es precisamente el cauce de la acción divina: “Les repartieron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles” (v. 26).

Un caso distinto es el de los llamados siete diáconos, que presenta otro modelo de elección que merece la pena tener en cuenta, pero eso lo trataré en otro momento.