El prefecto y el celibato

(Hno. Corentin Le Bot– Loctydy, Francia) Quisiera ofrecerle, además de mi gratitud por la entrevista de Darío Menor al nuevo prefecto de la Congregación para el Clero, (VN, nº 2734), mi estupefacción (seguramente no he sido el único) ante la respuesta del cardenal Mauro Piacenza a la pregunta sobre el celibato eclesiástico.

Mi estupefacción la quiero expresar en toda simplicidad y con todo el amor que tengo por la Iglesia, y con todo el respeto y amor que tengo por la Jerarquía (más bien, sus miembros). En mis años de enseñanza he tenido la responsabilidad de intentar presentar a los alumnos/as mayores el mensaje del Evangelio. Y me he hallado a veces en situación de deber “agitar” ideas u opiniones sobre el celibato eclesiástico. Así pues, ¿cómo no iba a dejarme estupefacto la respuesta a la pregunta, tan sencilla y tan respetuosa?

¿Es de verdad una moda desde hace cincuenta años agredir al celibato eclesiástico? ¿No es éste, con matices, una simple ley eclesiástica?¿Es una natural consecuencia de la identidad del sacerdote y de su ser conformado a Cristo pobre, obediente, casto… sin matices?  (El “ser conformado a Cristo pobre, obediente, casto” me ha sido siempre presentado como la misma definición del religioso/a).

Si el debate sobre el celibato debe realizarse profundizando en sus razones y reforzando el convencimiento de que no es un obstáculo para el florecimiento de las vocaciones, ¿dónde está el debate sobre la cuestión del celibato?

En realidad, la respuesta dada se parece mucho a lo que decimos los franceses, en nuestro argot futbolístico: botter en touche (echar la pelota fuera por encima de la línea de banda). O sea: omitir contestar. Estoy convencido de que omitir proponerles el ideal del celibato eclesiástico, sería traicionar a los jóvenes. Pero no decir nada de otros ideales, como sería prestar el servicio sacerdotal viviendo el conformarse a Cristo pobre, obediente, casto dentro de los límites de un matrimonio (se hace en algunas otras iglesias reconocidas por Roma), ¿no es también traicionar a los jóvenes?

Se dice que “la Iglesia es consciente de la extraordinaria riqueza de este don de Dios”. Lo creo. Ahora, me atrevo con temblor: ¿son conscientes, en su mayoría, los miembros de la Jerarquía de que el celibato eclesiástico no forma parte integrante de la vocación al sacerdocio, independientemente del florecimiento de las vocaciones? Sigue pareciéndome más a tono con la realidad de nuestros tiempos lo que afirmaba otro cardenal, Yves Congar: “Evidemment, évidemment il faut des prêtres mariés en Amérique Latine”. Y en otras partes del mundo.

Reconozco a mi Iglesia el derecho de llamar al sacerdocio solamente a célibes. Creo de verdad que cuantos más sacerdotes célibes tengamos, ¡mejor! Sin embargo, no acierto a entender por qué no se acepta, al menos, que se abra el debate sobre la cuestión del celibato eclesiástico obligatorio.

En el nº 2.733 de Vida Nueva.

Pueden enviar sus cartas con sugerencias o comentarios a: director.vidanueva@ppc-editorial.com

Compartir