El obispo de La Rioja y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social del Episcopado argentino, Dante Braida, nació en 1968 en Reconquista (Santa Fe). A los 20 años, luego de estudiar 2 años de Ingeniería Civil, ingresó al seminario La Encarnación de Resistencia (Chaco) y recibió la ordenación sacerdotal el 21 de abril de 1996.
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Durante los años 2000 a 2004 desarrolló su ministerio como misionero en Cuba donde experimentó «la alegría de un pueblo que se expresa aún en medio de muchas dificultades». El 11 de abril de 2015 fue ordenado obispo auxiliar de Mendoza. El 13 de diciembre de 2018, el papa Francisco lo nombró obispo de La Rioja. Representó a la Iglesia Argentina en el Sínodo de la Sinodalidad.
En 2024 fue elegido presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, clave en la interacción de la Iglesia con la sociedad, especialmente en el contexto de una Iglesia en salida. Atiende la acción eclesial orientada a animar e iluminar la vida en sus dimensiones política, social y económica, con el propósito de contribuir a la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Genera espacios de diálogo entre los actores de la vida pública en Argentina, guiándose por los principios del Evangelio de Jesús y las enseñanzas del Papa Francisco.
El equipo del área pastoral de comunicación de la diócesis de La Rioja conversaron con el obispo, y compartieron la entrevista con Vida Nueva.
Pregunta.- Tenemos un vasto país con diferentes realidades. Si sacáramos una foto de la realidad Social de Argentina ¿cómo sería esa foto?
Respuesta.- Nuestro país es grande y son muy diferentes sus realidades en cada región sin embargo en la cuestión social hay temas transversales comunes a todos como es el índice de pobreza que afecta particularmente al NOA, al conurbano y al NEA, sin embargo en toda la realidad del país la encontramos. Por otro lado la cuestión ambiental de diferentes modos y con dificultades como la carencia de agua, la contaminación, muchas veces el manejo de la basura, el calentamiento global que atañen a todos. El tema de las adicciones también nos concierne a todos y a su vez hay desafíos por cada región y es indispensable un abordaje sectorial. En el ámbito de la Iglesia el trabajo por regiones ayuda mucho. Estamos organizados en 8 regiones: NOA, NEA, Platense, Centro, Cuyo, Litoral, Buenos Aires y Patagonia-Comahue.
Hacia las periferias
P.- ¿Cuáles son los desafíos de la pastoral social hoy?
R.- En primer lugar es organizarse bien en cada diócesis, son 66 y es una organización de base que permite una cercanía a todas las realidades. En segundo lugar promover el diálogo en la sociedad y también la participación ciudadana que es clave para el desarrollo de la sociedad y, en particular, para cultivar la dimensión social de la fe. Otra cuestión es la de las adicciones, el avance del narcotráfico, desafíos sociales muy grandes; y la concientización de la problemática del ambiente vinculada al cuidado de la Casa Común. Se trata de concientizar y realizar obras de cuidado y fomentar la participación, particularmente los jóvenes; dar lugar a la nueva generación de dirigentes.
P.- ¿Cuáles son las periferias más urgentes que tenemos hoy y cuál debiera ser nuestra respuesta como ciudadanos?
R.- Como periferias podemos destacar el trabajo informal de mucha gente que no llega a cubrir sus necesidades básicas. Ha crecido el número de personas que viven en situación de calle; por lo tanto, la pastoral de la calle es fundamental para acudir a estas realidades que son verdaderas periferias: la falta de sentido de la vida, y tantos que atentan contra su propia vida.
P.- ¿Cómo ve el papel del Estado en este momento del país, a nivel nacional y local y en los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial)?
R.- El papel del Estado está sufriendo muchos cambios este último tiempo y esos cambios tienen que ser discernidos también por la sociedad, especialmente por los legisladores para que los derechos de las personas no sean vulnerados y todos podamos estar incluidos en el desarrollo del país y de la convivencia cotidiana. Nos preocupa cuando algunos de esos derechos son vulnerados o no son tenidos en cuenta. En ese sentido confiamos en que los tres poderes del estado con su independencia, unos de otros, puedan poner el foco en la persona humana, fomentar el cuidado de los derechos de todos, especialmente los más vulnerables.
P.- ¿Qué valores sociales, culturales, religiosos hay en la sociedad y qué aportan a la Pastoral Social?
R.- Nuestro país es muy solidario, sensible a las necesidades de las personas, con énfasis en los momentos de crisis, de catástrofes; inmediatamente hay una organización que surge y se manifiesta en el cuidado del prójimo. También vemos el valor de la caridad, de la justicia, en algunas ocasiones en la promoción de la justicia a través de organizaciones. Así mismo la capacidad de organizarse: hay muchas entidades sociales confesionales o no, que permiten mirar con esperanza, demandar derechos, proponer salidas para el crecimiento o para organizarse en, por ejemplo, cooperativas de trabajo.
Temas urgentes
P.- ¿Podría decirnos algo sobre estos temas respecto a nuestro país?: crisis hídrica, minería a cielo abierto (litio), cuidado de la casa común, deforestación, la baja de la edad en la imputabilidad de actos ilícitos.
R.- Respecto a la crisis hídrica, la constatamos en muchos lugares del país. En La Rioja lo padecemos de un modo especial por las pocas lluvias y porque las napas están muy profundas y a este problema hay que abordarlo de muchas maneras. El Estado tiene un rol protagónico en cuanto a ver los modos de generación de agua y regular el uso para las industrias, las plantaciones y especialmente para cuidar que las poblaciones tengan la suficiente. También hay que trabajar el nivel de consumo para evitar derroches, pérdidas, y en cómo reutilizar el agua que usamos.
La minería es la posibilidad de desarrollo de muchas provincias que requiere conocer totalmente los proyectos, involucrar la población para decidir si conviene o no, qué es sustentable, qué riesgos hay para el presente y para el futuro. La variable del trabajo hay que considerarla: cuáles son los beneficios que quedan en la provincia, los pasivos en cuanto a residuos, la proyección a largo plazo porque, en general, son explotaciones que se terminan y las poblaciones quedan. Esto exige un gran compromiso social y también de los gobiernos para generar un discernimiento y analizar qué decisiones tomar considerando la centralidad del impacto ambiental.
La deforestación es muy grave. Sabemos que en el planeta hay un equilibrio entre lo forestado y los lugares que se usan para siembra u otras actividades. Cuando se desforesta sin ningún tipo de control o reposición, es grave y una de las causas del calentamiento global es por este tema.
Con el cuidado de la casa común se han dado pasos en la toma de conciencia. Al planeta se lo está explotando mucho más de lo que puede dar. Todos tenemos la responsabilidad en el cuidado del agua y el manejo de la basura. El Papa nos ha dejado, en la encíclica Laudato Sí, normas claras para poder llevar adelante el cuidado de nuestra Casa Común. Nos invita a un nuevo estilo de vida en donde podamos vivir bien, pero con menos consumo. Francisco advierte sobre el consumismo propio de este tiempo, que hace que pareciera que busquemos muchas cosas para vivir bien, y en realidad se puede vivir bien con muy poco. El cuidado de la casa común requiere una educación y una espiritualidad propia.
Vivir con dignidad
En relación a la baja de la edad de imputabilidad, hace falta abarcar la problemática de la delincuencia juvenil de un modo amplio y con todos los actores sociales que tengan que ver con la vida de un adolescente, buscando indagar en las causas por las cuales los menores delinquen para poder llegar a soluciones de fondo. Es necesario revisar el actual régimen penal juvenil, hay que poner en el eje el acompañamiento y promoción integral de los menores, pero sin bajar la edad mínima de imputabilidad.
La solución a la delincuencia de menores no es bajar la edad, sino algo más profundo, como presentar un proyecto de vida, una buena alimentación y educación, cuidar la familia, promover la reinserción. La verdadera solución radica en la posibilidad de prevenir la conducta de los niños y jóvenes que transgreden la ley. Para esto hace falta, además de la intervención del Estado, una amplia participación ciudadana y de las instituciones. En la Iglesia también necesitamos hacer una reflexión a fondo y buscar iniciativas que ayuden a la prevención del delito juvenil y el acompañamiento de situaciones complejas.
P.- ¿En qué consiste la participación ciudadana y de qué modo nos podemos responsabilizar del lugar en donde vivimos?
R.- Todos los seres humanos merecemos vivir dignamente. La sociedad debe generar un ambiente adecuado para que la vida se desarrolle. Todos debemos participar de la vida de la sociedad, con nuestros talentos, capacidades, para ocuparnos del lugar en donde estamos y para que todas las instituciones puedan funcionar (escuelas, centros de salud, clubes, centros vecinales). Todo es necesario para que una sociedad ofrezca distintas posibilidades para que sus miembros puedan crecer y desarrollarse. Requiere que el ciudadano participe de la vida social también planteando dificultades, problemas, aportando a su resolución. Para que esa sociedad esté organizada, es necesario que haya participación en el ámbito de la política y que las instituciones del Estado funcionen adecuadamente. Nadie puede quedarse fuera de participar en la sociedad en la cual vive.
Motivos de esperanza
P.- ¿Qué lugar tienen los jóvenes en la Pastoral Social?
R.- En la pastoral social, a nivel nacional, hay un área que se llama “Nuevos Dirigentes” que tiene un buen número de jóvenes que participan de las organizaciones sociales, políticas, sindicales. Jóvenes que se van formando para asumir nuevas responsabilidades. Se puede fortalecer aún más para abordar otras temáticas. Es alentador ver más allá del ámbito de la Pastoral Social, jóvenes trabajando, atendiendo gente en situación de calle, comprometidos con sus estudios, el deporte, o en diferentes organizaciones sociales.
P.- ¿Qué motivos y situaciones actuales tenemos que considerar como motivos para tener esperanza?
R.- Hay muchos motivos por los cuales tener esperanza, cuando una familia se conforma, se abre a la vida y van criando y educando a sus hijos es un signo muy fuerte de esperanza; cuando hay personas que generan nuevos emprendimientos laborales para brindar un servicio a la sociedad; cuando los niños, los adolescentes, los jóvenes asumen compromisos en el estudio, también cuando buscan desarrollarse en disciplinas deportivas, en ámbitos del arte y de la ciencia. Otros signos de esperanza: cuando la sociedad cuida a sus abuelos, cultiva su fe, que le da lugar a Dios, que busca dejarse guiar por Él es una sociedad que es signo de esperanza.
P.- Una idea final
R.- Quisiera que la Pastoral Social de este tiempo pueda fortalecer y promover cuatro ejes principales: la dimensión social de la fe, que cada cristiano pueda vivir a fondo su identidad en los compromisos sociales que pueda asumir. Otro eje es la participación como ciudadanos, que seamos parte de la vida social. En tercer lugar el cuidado del ambiente y el cuarto es ver cómo tratamos el tema de las adicciones, el sentido y cuidado de la vida y con aquello que la daña como es el narcotráfico.
Así mismo considerar como un eje que permea a todos, el fomentar y generar espacios de escucha y diálogo en la sociedad para llegar a consensos que ayuden a enfrentar las crisis estructurales que tiene nuestra sociedad.
Como bien lo dice la definición de esta área, es una Pastoral inserta en la sociedad que debe iluminar y dejarse iluminar por ella para que la vida de las personas se plenifique y los cristianos sepamos ser puentes de la Buena Noticia.