Antes de que sea demasiado tarde

(José María Arnaiz, SM-Ex Secretario General de la Unión de Superiores Generales) Uno se pregunta si algunas de las normas y valores de la moral sexual no son un resabio de planteamientos antiguos. En cambio, las referentes a lo social y político han progresado. Lo que se establece son principios éticos que luego se han de interpretar y aplicar en último término según la conciencia rectamente conformada. La Iglesia debe mejorar su capacidad de orientar en los temas de sexualidad. Tiene que cambiar de método, y eso no es poco.

Así, al menos en algunos temas, no en todos, llegará a cambiar el contenido. La enseñanza moral católica que desciende al detalle en el ámbito de la sexualidad deja a los fieles sólo con la posibilidad de obedecer o de rebelarse. Al creyente le vienen muy bien los principios de la Iglesia, pero tiene que dejar en manos del mismo las aplicaciones concretas.

La forma de orientar usada en lo social es la adecuada para el campo de lo sexual. Una enseñanza moral que detalla las conductas concretas sin margen para el discernimiento es probable que sea rechazada por personas que reivindican mayores espacios de autonomía. ¿No será por eso, como ocurre con alguna frecuencia, que el mismo público que acoge bien los aspectos de justicia social no acepta los referentes a la moral sexual? No hay duda de que urge una puesta al día del método en la moral sexual y la forma de proponer su enseñanza. Esta reflexión nació de la lectura de un excelente trabajo aparecido en la revista Etudes hace más de 10 años: Morale sociale et morale sexuelle, del P. J.-I. Calvez.

Me pregunto si, en un gesto de verdad y de comprensión, no podemos preguntarnos con Pablo VI: “… ¿No será indicado revisar las normas éticas hasta ahora vigentes, sobre todo si se considera que las mismas no pueden observarse sin sacrificios algunas veces heroicos?” (Humanae vitae, n. 3).

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