(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)
“Nosotros nos acobardamos de predicar descaradamente la Buena Noticia de Cristo, muerto crucificado y resucitado, porque nos parece que, en este ambiente descristianizado y secularizado en el que vivimos, no es posible evangelizar realmente. En cambio, Pablo y sus compañeros tenían menos apoyo sociológico que nosotros”
Y con esa cruz cargó Pablo, llevándola de Oriente a Occidente en peregrinación, a pie y sin dinero, entre cárceles, palizas, naufragios, polémicas, perseguidores y seguidores, tristezas de muerte y gozos del cielo… hasta plantarla en Roma, regándola con su propia sangre.
¿Cómo pudo realizar esta epopeya sobrehumana? Él lo dice a los Efesios con una de esas frases de fuego que brotan de sus cartas: Todo lo puedo en aquel que me conforta. Pablo descubrió de una vez la teología del Cuerpo Místico de Cristo el día de su aparición en el camino de Damasco: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Por eso dirá más adelante: Ya no soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí. O: suplo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo. O también: ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios.
Nosotros nos acobardamos de predicar descaradamente la Buena Noticia de Cristo, muerto crucificado y resucitado, porque nos parece que, en este ambiente descristianizado y secularizado en el que vivimos, no es posible evangelizar realmente. En cambio, Pablo y sus compañeros tenían menos apoyo sociológico que nosotros, que tenemos algo, y mucho en realidad: parroquias más o menos vivas, grupos, movimientos, instituciones todavía útiles, etc. Pero aquéllos empezaban de cero; al llegar no podían esperar nada más que, si acaso, burlas y persecuciones.
Y, sin embargo, en unos decenios sembraron Europa de comunidades cristianas, comenzando por aquella primera iglesia de nuestro continente, en Filipos, en casa de Lidia, probablemente una obrera inmigrante, que bien podría ser la primera patrona o matrona de la Europa cristiana, que tanta importancia ha tenido y tiene para la historia de la Iglesia, con Roma, que desde entonces preside en la caridad a las iglesias del mundo, como sede de Pedro, acompañado de Pablo de Tarso, ahora Pablo de Roma.
Con su fuerte personalidad… (concluirá)
En el nº 2.633 de Vida Nueva.