ANTONIO PELAYO, corresponsal de Vida Nueva en Roma
“Todos los que se frotaron las manos de satisfacción cuando un puñado de jueces dio la razón a quienes consideraban ofensiva y lesiva de los derechos humanos la presencia de una cruz en una escuela u hospital tendrán ahora que reconocer que la inapelable decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha rectificado en profundidad esa inicua decisión.”
O yo me he distraído mucho, o pocos medios de comunicación españoles se han hecho eco como merece de la sentencia definitiva del Tribunal de Estrasburgo sobre el crucifijo.
Todos los que se frotaron las manos de satisfacción cuando un puñado de jueces dio la razón a quienes consideraban ofensiva y lesiva de los derechos humanos la presencia de una cruz en una escuela u hospital tendrán ahora que reconocer que la inapelable decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha rectificado en profundidad esa inicua decisión.
Y vamos a ver si la entonces invocada autoridad del Alto Tribunal va ser transformada –como ya están haciendo algunos portavoces del laicismo radical– en una opinión particular sin carácter moralmente vinculante.
En el nº 2.747 de Vida Nueva.
- Crónica vaticana: Benedicto XVI, preocupado por la población civil libia
- Editorial: La cruz en la escuela, una sentencia razonable