JORGE JUAN FERNÁNDEZ SANGRADOR | Director de la BAC
“Esta ciudad fue fundada por viajeros griegos en el siglo VII a. C. y dio nombre a la región, que se llamó Cirenaica. Los judíos se asentaron en ella hacia el año 312 a. C. y de allí arrancó la sublevación que, en el siglo I d. C., tras extenderse por la ribera oriental del Mediterráneo, habría de culminar con la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos.”
Irina Bokova, directora general de la UNESCO, ha pedido a Libia y a la coalición de Estados encargados de crear una zona de exclusión aérea sobre ese país que respeten la Convención de La Haya para la Protección del Patrimonio Cultural en caso de conflicto armado y que mantengan las operaciones militares lejos de los sitios culturales. Y por supuesto de la población.
En Libia hay cinco lugares inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial: la ciudad vieja de Ghadames, las pinturas rupestres de Tadrart Acacus, la factoría fenicia de Sabratha, las ruinas de Leptis Magna y las de Cirene.
Esta ciudad fue fundada por viajeros griegos en el siglo VII a. C. y dio nombre a la región, que se llamó Cirenaica. Los judíos se asentaron en ella hacia el año 312 a. C. y de allí arrancó la sublevación que, en el siglo I d. C., tras extenderse por la ribera oriental del Mediterráneo, habría de culminar con la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos.
Los Hechos de los Apóstoles refieren que en el día de Pentecostés se hallaban en la Ciudad Santa habitantes de los distritos de Libia junto a Cirene. De aquí provenían Simón, el que ayudó a Jesús a llevar la cruz, y algunos cristianos helenistas que, después del martirio de Esteban en Jerusalén, predicaron el Evangelio en Antioquía.
En la Iglesia primitiva hubo, pues, oriundos de Cirene desde la primera hora, lo que ha constituido a esa región del Norte de África en lugar asociado a los orígenes del cristianismo y en estribación de Tierra Santa.
En el nº 2.751 de Vida Nueva.