(Alejandro Fernández Barrajón– Presidente de CONFER) Como cada año, la Conferencia de Religiosos y Religiosas de España (CONFER) celebra su Asamblea General en los días 11 al 14 de noviembre. Contará con la participación de más de cuatrocientos superiores mayores que representan a las diversas congregaciones y provincias religiosas.
Este año, la Asamblea contempla novedades sustanciales. En 2004, la Conferencia celebró sus 50 años de vida y se planteó un discernimiento hacia el interior para analizar si estaba sirviendo al ideal original que impulsó su nacimiento. Parecía necesario apostar por cambios sustanciales dado que la sociedad y la Iglesia han cambiado mucho en los últimos años. Hay nuevos desafíos en la sociedad y en la Iglesia y la vida consagrada quiere mirarlos de frente y ofrecer respuestas actuales y generosas desde la peculiaridad de sus carismas.
CONFER es voluntad inequívoca de comunión. Estamos empeñados en ser cercanos y dialogantes con todos. Así va a rezar nuestro marco referencial en este curso que comienza: Acogemos y salimos al encuentro de todos con las actitudes de Jesús.
Asistimos a un proceso imparable de encuentro e intercongregacionalidad que nos parece un don del Espíritu. Es verdad que necesitamos tiempo para consolidar nuestras apuestas intercongregacionales; pero no es menos cierto que el camino recorrido, aunque corto, resulta sin vuelta atrás. La precariedad del presente nos está acercando a los otros y nos está ayudando a descubrir y valorar más el carisma compartido que tenemos en la Iglesia como vida consagrada.
Los desafíos que se nos presentan son inmensos pero apasionantes. No tenemos que tener miedo a los desafíos, sino a la irrelevancia en el caminar de nuestro pueblo. La vida consagrada tiene una voz y un lugar, y ha de hablar y saber estar muy cerca de nuestro pueblo. Cuando hay una cierta tendencia a volver atrás la mirada, nosotros hemos de ser vigías del horizonte que aún está por explorar. Sería imperdonable en estos momentos de nuestra historia que volviéramos la espalda a nuestro pueblo con ofertas de una espiritualidad desencarnada y etérea. El Concilio Vaticano II aún tiene mucho que enseñarnos. Volver atrás sería meter un palo en la rueda de la historia. Nuestro problema no es que hayamos avanzado mucho para tener nostalgias de otros tiempos y de otros ritos; nuestro problema es que hemos avanzado demasiado poco en comparación con el ritmo que lleva la sociedad.
Tenemos el compromiso de hacer posible un estilo de vida consagrada que no desentone del conjunto que nos ofrece la modernidad y que, a la vez, sea una propuesta lúcida y creativa, más evangélica, que ofrezca la imagen de una Iglesia samaritana y sencilla, dialogante y convocante. Una Iglesia donde los jóvenes se sientan escuchados y amados; una Iglesia que refleje a través de noso- tros y de nuestro compromiso con los más pequeños de la sociedad que tiene entrañas de misericordia y que sabe ser madre. Una vida consagrada que es cada día más libre porque busca apasionadamente la verdad, y sabemos que ésta nos hace profundamente libres.
Estamos abordando cambios sustanciales en nuestra institución en todos los niveles. Todo cambio supone resistencias y periodos de muerte, pero está abocado a dar vida, nueva vida. Estamos en periodo de transición, de cambio, de mudanzas. Por suerte. Lo peor que podía sucedernos en este momento es el estancamiento y la resistencia a la novedad. Estos cambios afectarán a la manera de organizarnos a nivel general y zonal, y se plasmarán en la propuesta a la Asamblea de nuevos estatutos que hemos estado trabajando con una amplia participación de todos y cuyo primer borrador ya hemos presentado a la Santa Sede. La Asamblea estudiará estos nuevos estatutos y los aprobará, si procede.
Lo más importante es que este camino lo estamos recorriendo desde una acentuada unidad entre nosotros. La unidad de CONFER en este momento, en medio de las convulsiones que suponen los cambios, es muy sólida. Y señal de ello es la compenetración que tiene la Junta Directiva en este momento y la voluntad decidida de culminar el proyecto “Pensar CONFER”. Hoy la vida consagrada española tiene que presentarse en el conjunto de la Iglesia como una realidad felizmente unida, aportando la pluralidad de sus carismas en armonía de comunión, regalando, no su fuerza, sino su fidelidad y radicalidad evangélicas.
En el nº 2.634 de Vida Nueva.