‘Un viaje a la plenitud’ y ‘Juntos andemos’ (Editorial de Espiritualidad ), recensionados por Francisco Armenteros Montiel
FRANCISCO ARMENTEROS MONTIEL | Editorial de Espiritualidad nos ofrece dos nuevos libros sobre santa Teresa, ahora en torno al Camino de Perfección, para ayudarnos a preparar el V Centenario de su nacimiento (2015). Le encantaría a la Santa, pienso, que acuda a un verso de su “medio fraile” y fiel colaborador en la “descalcez”, tomado del Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe; porque la riqueza de las obras de la Santa es inagotable: una fonte que mana sin cesar, un rico venero.
El de sus hijas, en el Monasterio de la Sagrada Familia (Puçol, Valencia), que viven su vocación como santa Teresa, tiene una amplia explicación del Camino de Perfección, y es una selección de textos –con comentarios, fruto de su oración y vivencia– en torno a la idea, repetida por la santa Madre, “juntos, andemos”; un itinerario, un camino, que se completa, en cierto modo, con el calificativo de J. A. Marcos: “Un viaje divino”, un “viaje a la plenitud”.
El de Marcos, OCD y profesor en el Centro Internacional Teresiano Sanjuanista (CITeS) de Ávila, está orientado a esa idea: plenitud, sinónimo de perfección. “Camino de perfección es un ‘viaje a la plenitud’…, la propia oración teresiana está planteada como un camino a la ‘plenitud’ de lo humano”: a ser persona; un ‘viaje’ a realizar; una ‘casa’ a construir; un ‘recipiente’ a llenar; porque “la existencia cristiana… es la existencia humana vivida tal y como debe” (J. Ratzinger).
¿Qué tiene Teresa que, cuando se conoce su vida y se leen y meditan sus escritos, se siente “simpatía” y la sensación de que se puede hacer lo mismo?
Quizá la combinación de lo humano y lo divino; “actividad y contemplación” (J. A. Marcos); de lo místico –en el sentido de unión cada vez más íntima con Cristo, a lo que tiende el progreso espiritual, unión que se llama ‘mística’ porque participa del misterio de Cristo (cf. CCE, n. 2014)–, y lo común, lo ordinario; como cuando escribe: “Es muy de mujeres y no querría yo, hijas mías, lo fueseis en nada ni lo parecieseis, sino varones fuertes; que, si ellas hacen lo que es en sí, el Señor las hará tan varoniles, que espanten a los hombres”.
Las Carmelitas lo explican: “Teresa es todo corazón y así, cuando habla del recogimiento, ha experimentado tanto amor que sus palabras rezuman la mayor ternura. Y, al mismo tiempo, tiene un corazón iluminado que aclara y da razones, que explica y ofrece ayuda”; es decir: hace amable, asequible, la santidad. “Mirad que convida el Señor a todos. Tengo por cierto que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva”, cita Marcos.
El Camino no es, solo, para ser admirado, contemplado, sino para ser recorrido, para llenarnos de Dios: “Esta vida es el camino para el otro que es morada… mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar… andamos mientras vivimos…” (J. Manrique). En ese Camino hay “muchos caminos”, “muchas veredas”: “Hay diferentes caminos por donde lleva Dios”, dice la Santa, y cada uno debe recorrerlo. Y las Carmelitas lo confirman con Ernestina de Champurcin: “Todo será camino, el silencio, la estrella, el perfume y la rosa…”.
Hay coincidencias en los dos libros, es lógico: humildad y desasimiento; perdón; oración; deseo de Dios, amor de Cristo… “presencia” de Dios; “compañero de camino”, añade el propio Marcos.
Esos medios –pobreza, humildad, oración, vida interior…– son para todos los cristianos, los cristianos comunes, si tienen “una grande y muy determinada determinación… venga lo que viniere… siquiera se muera en el camino… siquiera se hunda el mundo”.
¿No es mejor leerlo todo, directamente?, me preguntan. Sí, pero estos libros abren el apetito.
En el nº 2.759 de Vida Nueva.