(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)
“Resulta que el capitalismo está muy malito, manifestando una debilidad extrema en los parqués de las bolsas de todo el mundo, donde hasta hace poco dominaba, con su poder y con sus mañas. Y esta debilidad se manifiesta sobre todo en esos castillos imponentes de la banca mundial, que guardaban todo el dinero del mundo, y ahora están exhaustos”
Según la prensa de Barcelona, últimamente se está promocionando la raza del burro catalán, y hasta se podría estar introduciendo en los Estados Unidos, por aquello de las elecciones presidenciales, en las que un partido político tiene como icono a tan noble animal.
Pues bien: había un pagès que tenía una burra tan díscola y tan mala que un día decidió venderla. Y se cuenta que yendo de camino hacia la feria seguía dando sus coces y corcovos de siempre, mientras el dueño iba refunfuñando para sí: ¡Y que tenga yo que decir que esta burra es buena…!
Pues algo así parece que está ocurriendo ahora con el asunto de la crisis. Resulta que el capitalismo está muy malito, manifestando una debilidad extrema en los parqués de las bolsas de todo el mundo, donde hasta hace poco dominaba, con su poder y con sus mañas. Y esta debilidad se manifiesta sobre todo en esos castillos imponentes de la banca mundial, que guardaban todo el dinero del mundo, y ahora están exhaustos, pidiendo limosna a los gobiernos, que tienen que sacarlo de los ahorros de los contribuyentes, contra los criterios más ortodoxos del liberalismo y el neocapitalismo. Y lo curioso es que tanto los comentaristas de unas tendencias políticas como de otras, tapándose a veces la nariz, con más o menos escrúpulos ideológicos, al final, unos y otros reconocen la necesidad y legitimidad de estas operaciones de cirugía financiera, para inyectar confianza en los mercados.
Ahora, los países ricos empobrecidos y los pobres enriquecidos -emergentes- se reúnen -dicen- para re-fundar el capitalismo, sin hablar ni siquiera de reformarlo, que es lo que haría falta como mínimo para conseguir que el mercado libre fuera también un mercado justo. No nos vendría mal que el mundo supiera encontrar en la doctrina social de la Iglesia no las recetas, que no las tiene, pero sí sus sabias orientaciones, para fundar una economía internacional más justa y fraternal.
En el nº 2.635 de Vida Nueva.