La difícil búsqueda del “Punto C”


Compartir

Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Tampoco será sencillo razonar con los fundamentalistas laicistas. Pero, si no hay puntos de encuentro con ellos, que al menos se les ofrezcan nociones comunicativas para variar un poco el mensaje: es ya cansina su monserga anticlerical”.

Los expertos en comunicación de crisis consideran que cualquier crítica contra la Iglesia resulta, de por sí, una buena oportunidad para comunicar. Solo es necesario, dicen, buscar el “Punto C”, ese lugar, remoto y esquivo, en el que hay un punto de acuerdo con los adversarios para, desde ahí, empezar a trabajar.

De aquí a la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud –y más allá– habrá oportunidades para ver si en España se producen avances en esa geografía del desencuentro, aunque no albergo esperanzas.

En un artículo de poco más de un folio, el director de un portal digital que se dice muy plural, apenas deja espacio para las ideas en medio de un torrente de insultos y descalificaciones a la Iglesia, a la que acusa de hacer “el paripé con los pobres”; a los obispos, a los que dibuja como “jefes con sotana y disfraces varios”; sin olvidarse de la “clerigalla” y de los fieles “meapilas”. Hombre, así es complicado; ahí, más que el “Punto C”, lo que aparece enseguida es un intransigente “Punto Pelota”.

Tampoco será sencillo razonar con los fundamentalistas laicistas
. Pero, si no hay puntos de encuentro con ellos, que al menos se les ofrezcan nociones comunicativas para variar un poco el mensaje: es ya cansina su monserga anticlerical. Se diría que su única razón de ser es criticar a la Iglesia, a los curas y a sus “adeptos”, como los califican los grupúsculos que han convocado actos contra el Papa la víspera de su llegada a Madrid.

En su guía rápida para librepensadores confunden conceptos y siguen sin ver que la laicidad no es la eliminación de las religiones o su arrinconamiento en la esfera más privada de la persona, sino velar por la no confesionalidad del Estado y la salvaguarda de los derechos a la libertad de creencias, incluso de las increencias con las que no pocos de ellos comulgan.

Le harían un favor a la convivencia y, de paso, a los que en la Iglesia se sienten incómodos cuando la tentación neoconfesional asoma la patita. Ahí, el “Punto C” ni está ni se le espera. Están más en el “Punto y Final”.

En el nº 2.761 de Vida Nueva.