(Camilo Maccise– Mexicano, expresidente de la Unión de Superiores Generales)
“Las relaciones que sobre el tema hicieron cinco padres sinodales, uno de cada continente, hacen ver que la Palabra de Dios, como un rayo de luz, se diversifica en un arco iris de colores cuando ilumina las gotas de agua de los diferentes contextos socioculturales y eclesiales”
El Sínodo sobre la Palabra de Dios ha sido una expresión de la riqueza de la universalidad de la Iglesia cuando ésta se abre al diálogo y supera la miopía que lleva al centralismo y al monocentrismo religioso, cultural, teológico y pastoral. Las relaciones que sobre el tema hicieron cinco padres sinodales, uno de cada continente, hacen ver que la Palabra de Dios, como un rayo de luz, se diversifica en un arco iris de colores cuando ilumina las gotas de agua de los diferentes contextos socioculturales y eclesiales.
La relación sobre la Biblia y Europa subrayó que entre ambas existe un vínculo indisoluble que explica la cultura, la civilización y la identidad europeas. La presentación africana señaló con acierto la presencia de las “semillas de la Palabra” presentes en la religión tradicional de ese continente y en sus culturas. Eso ha facilitado la acogida de la Palabra bíblica. Ella aparece como una buena nueva. Existe aún el problema de que no ha sido traducida a muchas lenguas. En Asia, se ha buscado hacer superar la idea de que el cristianismo es una fuerza de penetración de Occidente. Eso ha facilitado un acercamiento a la Escritura que alimenta la vida de oración y favorece el diálogo con las grandes religiones. En Australia y Nueva Zelanda, la Escritura enfrenta el desafío de la secularización. En otros lugares de Oceanía, con culturas predominantemente orales, el mensaje de la Palabra de Dios se comparte mediante narraciones, rituales y canciones.
En América existe hambre del mensaje bíblico, y se ha favorecido un acercamiento a la Escritura en conexión con los anhelos de salvación liberadora de los pueblos.
Esta variedad de desafíos y lecturas de la Palabra de Dios es enriquecedora para la Iglesia universal y ayuda a todos.
En el nº 2.635 de Vida Nueva.