(José María Rodríguez Olaizola, SJ- Sociólogo jesuita)
“Algo ha debido de fallar en la manera de compartir esa buena noticia cuando tanta gente vincula fe a llevar una vida gris o triste. Así que toca contar de nuevo esa historia de un Dios apasionado por nosotros”
Dios probablemente no existe. Así que deje de preocuparse y disfrute de la vida”. Con esta frase se pretende promover activamente el ateísmo en Inglaterra y reaccionar contra planteamientos religiosos que amargan la vida. No es broma. Con donativos abundantes -se ve que hay muchos forofos de la iniciativa- se han alquilado autobuses para pasear por Londres el eslogan. La noticia aparecía hace unas semanas en El Mundo. Y esto da que pensar. Supongo que a mucha gente la idea de Dios le ha debido de amargar bastante, si es que necesitan vincular el disfrute de la existencia a la negación de lo divino. Es una pena, porque lo de Dios, bien entendido, sí que lleva a disfrutar de la vida en toda su hondura.
Lejos de amargarnos o entristecernos, el Evangelio es una buena noticia. Dios no es una losa que pese sobre nuestros días, como juez implacable o presencia iracunda. No es un aguafiestas, ni su proyecto es una negación de la alegría de vivir. Quizás al contrario, asomarse al Evangelio es zambullirse en una vida disfrutada con hondura, en el encuentro, en la capacidad de tomarse las cosas y sobre todo a las personas en serio, de apreciar mucho los regalos, pero sin huir de las tormentas ni cerrar los ojos ante los problemas propios y ajenos. Vivir, en cristiano, es tener algo por lo que soñar, trabajar y un horizonte hacia el que caminar. Es encontrar motivos, proyectos, algunas respuestas e infinitas preguntas. Es creer, esperar y amar.
Algo ha debido de fallar en la manera de compartir esa buena noticia cuando tanta gente vincula fe a llevar una vida gris o triste. Así que toca contar de nuevo esa historia de un Dios apasionado por nosotros. Un Dios que, al amarnos, nos hace capaces de todo.
En el nº 2.635 de Vida Nueva.