ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid
“Todo nos puede hablar de Dios. Él está en la creación, conservándola para nosotros. Por eso, bien podemos mirarlo todo como un regalo de su mano, desde la humilde hierba a las altas estrellas, el árbol o el canario, que Dios conserva para nuestro bienestar”.
Algunas frases del Señor podrían haber sonado en su tiempo como brindis al sol o utopías quiméricas, aunque luego se están cumpliendo, todavía después de veinte siglos. Así, por ejemplo, el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán; o yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo; etc.
Pero hay una expresión que no solo es desafiante, sino de interpretación delicada, que no siempre se ha entendido bien: Yo he vencido al mundo. ¿Qué grandes generales, conquistadores o políticos han podido decir lo mismo con fundamento? Los mismos cristianos hemos podido entender la expresión de manera prepotente, aun en el aspecto religioso. Inclusive en el AT se encuentran actitudes de violencia y de venganza; por ejemplo, en los salmos, que nosotros debemos cristianizar cuando rezamos.
Jesús, por el contrario, vence al mundo no dominando, sino sirviendo; no hiriendo, sino curando; no matando, sino dando la vida. Y no parece que le haya dado mal resultado. El innumerable ejército de los santos podría dar testimonio de ello. Todos fueron pecadores, y todos fueron recuperados y santificados, vencidos por la gracia de Cristo.
El entonces profesor de Ratisbona Ratzinger dijo en 1977, en un simposio ante Pablo VI, que el Papa debe considerase y comportarse como un contrapoder respecto al poder del mundo, y no en la forma de dominación alguna.
Cuando la Iglesia está perseguida, acosada o simplemente marginada, no tiene la tentación de abusar de un poder que no tiene. Pero cuando tengamos alguna clase de poder, aunque sea legítimo y necesario, siempre debemos usarlo con espíritu evangélico, humilde, dialogante y, a la vez, valiente, confiando sobre todo en otra clase de poder, el poder del Reinado de Dios, en las manos de Cristo. Actitudes siempre a tener en cuenta; especialmente ahora, al comienzo del curso pastoral.
En el nº 2.769 de Vida Nueva.