Excesivo

(José María Arnaiz– Ex Secretario General de la Unión de Superiores Generales)

“La confianza pide un precio: evitar los excesos de manera radical y entrar por una forma de vida en la que vivamos con lo necesario, convencidos de que si son muchos los que viven de lo superfluo, muchos serán a los que les faltará lo indispensable”

Es lo que supera los límites de lo ordinario y lo debido. Nos suena a dicho popular que “los excesos, tarde o temprano, se pagan caros”. Esta palabra, u otra más fuerte, no puede faltar cuando se analiza la actual crisis económica. Es excesivo lo que algunos han ganado, se han hecho fortunas; es excesivamente grande el problema; no es local, sino global, y necesita solución global; excesiva la escasa regulación, la liberalización financiera; excesiva la desigualdad que ha llevado a ahogarnos y a decir con J. Stiglitz que “la caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo”; excesivo riesgo y agitación financiera, el endeudamiento familiar y nacional; excesiva la deshonestidad y la falta de transparencia; los incentivos; excesiva la aspiración a ser propietario; excesivamente frágil en esta situación el país más poderoso del mundo, EE.UU.; excesivo peso del sector financiero por encima del productivo.

Hay convicciones que crean evidencias. Una de ellas estimar que la riqueza es signo de predestinación. Otra, bien distinta, que sin la confianza no hay economía sana ni salida de la crisis. Pero la confianza pide un precio: evitar los excesos de manera radical y entrar por una forma de vida en la que vivamos con lo necesario, convencidos de que si son muchos los que viven de lo superfluo, muchos serán a los que les faltará lo indispensable. Todo esto no pasa por negar el progreso, sino sólo el progreso que da demasiado poco y cobra demasiado caro. Con él no se logra restablecer la confianza. Para ello, la ética tiene que avivar el fondo de nuestra conciencia de bien, proponer normas éticas y llevar a regulaciones y controles nacionales e internacionales eficientes. No olvidemos que los excesos se pagan caros. 

En el nº 2.636 de Vida Nueva.

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