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EL LIBRO DEL MES: Por sus frutos los conoceréis


Una obra de Juan María Laboa (San Pablo, 2011). La recensión es de Antoni Nello.

Por Sus Frutos Conocereis

Por sus frutos los conoceréis. Historia de la caridad en la Iglesia

Autora: Juan María Laboa

Editorial: San Pablo

Ciudad: Madrid

Páginas: 384

ANTONI NELLO | Estamos ante una historia de la Iglesia que no sigue los parámetros convencionales de las historias de la Iglesia a las que estamos habituados, articuladas por sus grandes protagonistas institucionales y sus más notables acontecimientos doctrinales y políticos, sino que se centra en sus obras de caridad, en sus frutos. Y ello es así porque la premisa que plantea el autor es la “duda razonable” a propósito de la coherencia entre la doctrina del amor de Dios que ha acompañado siempre la predicación de la Iglesia y su efectiva vivencia práctica.

La resolución de la “duda razonable” es una afirmación contundente: la caridad siempre ha estado presente en la vida de la Iglesia, presencia que constituye su más preciado tesoro, así como uno de sus más notables signos de credibilidad. Una presencia que se ha dado, a veces, por encima de la falta de caridad, y de clarividencia, de quienes en la Iglesia han detentado las máximas responsabilidades, aunque debe reconocerse que en otras se ha producido con su apoyo e iniciativa.

La afirmación se va fraguando a través de una mirada atenta a las diversas formas que ha ido adoptando la acción caritativa en la Iglesia. Narrada en orden cronológico pero, como el mismo autor confiesa, de manera peculiar. De hecho, resiguiendo la linealidad de la historia de la Iglesia, da razón de personajes concretos o de instituciones específicas que han ido surgiendo movidos por la caridad. Y a propósito de cada uno de estos episodios de caridad, nos muestra cómo su acción se ha dilatado en el tiempo, asumiendo matices nuevos y materializaciones diversas, pero manteniendo, con otros personajes e instituciones, un mismo espíritu, el espíritu de la caridad que quiere encarnar el amor de Dios Padre y el verdadero seguimiento de Cristo.

Podría pensarse que esta historia pretende una recuperación de la apologética tradicional. Nada más lejos de la intención del autor, que dedica un capítulo específico a “las tentaciones contra la caridad” para mostrar las grandes contradicciones con la caridad que se han dado y se dan en la Iglesia, capítulo cuya lectura debe acompañar, atravesar casi, la lectura del resto de la obra.

Pero hay que añadir inmediatamente que el autor se distancia también de esa lectura agriamente autocrítica que a menudo nos ha invadido, cegándonos el reconocimiento de tantos episodios de grandeza caritativa en nuestra historia institucional e impidiendo que esa grandeza nos impregne.

Así, entre la insostenible apologética, incapaz de reconocer errores, y la insufrible autocrítica sistemática, víctima de un trasnochado complejo de culpabilidad perpetua, la historia de la caridad de Juan María Laboa se sitúa en un envidiable equilibrio que percibe grandezas y asume miserias. Y entre líneas se intuye una respuesta documentada a un laicismo de tres al cuarto que pretende achacar a la Iglesia la matriz de todos los males del mundo contemporáneo, ocultando o negando descaradamente sus aportaciones a la humanización de la historia.

Una peculiaridad de la obra es la vertebración de cada capítulo. En cada uno de ellos, el autor parte de un hecho de caridad, lo describe y lo documenta suficientemente, identifica su presencia persistente en otros tiempos y lugares, para ponerse después a “divagar”, introduciendo “curiosos” comentarios personales.

En realidad, estos comentarios son una rica e intensa exposición del bagaje espiritual del autor, de su profunda y vívida comunión con el amor de Dios, dotando a la obra de una notable calidez y densidad existencial. A mi juicio, ese es uno de los aspectos que ennoblecen especialmente esta atípica obra de historia, escrita por un historiador con criterios de historiador, pero redactada y sentida por un verdadero creyente, que se yergue, sin pretenderlo, en maestro espiritual.

En el nº 2.774 de Vida Nueva.

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Actualizado
28/10/2011 | 09:34
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