Buen retrato del laico

(M. Carmen Llop– Madrid) Quiero agradecerle y felicitarle por su escrito en el “A ras de suelo” titulado “Los laicos nuestros de cada día”, publicado en el número 2.633 de Vida Nueva (del 25 al 31 de octubre). Me siento feliz y, además, me ha levantado la moral, me ha dado fuerza, y seguridad en que la forma de vivir que tenemos los laicos está en el camino correcto.

Lo sabíamos, pero es gratificante ver por escrito, y hecho público en un medio como el que usted dirige, que alguien nos retrata tan exactamente. Hablando con otros laicos comentábamos que, al leer este artículo, muchos “mandarines” pueden:

1. Caer en la cuenta del enorme potencial que tienen a su disposición en la parroquia, colegio, movimiento, congregación…

2. La seriedad con la que nos tomamos las palabras de san Pablo: “Ay de mí si no evangelizare…”.

3. Que cada uno, con su carisma y a su manera, tiene asimilada la “corresponsabilidad” de la que tanto se habla últimamente y que tiene sus orígenes en el Bautismo, por el que nos convertimos en sacerdotes, profetas y reyes. Es por esto que tanto ‘direccionismo’ no tiene causa.

Por supuesto que necesitamos apoyo, ayuda, comprensión y siempre formación permanente de parte de quienes tienen el magisterio.

Aprovecho para expresar cuánto me gustaría que aquellos a quienes se les da la oportunidad de hacer declaraciones en los más variados medios de comunicación lo hicieran con suma exquisitez, pues 

a los laicos es raro que nos entrevisten. Los laicos somos la infantería de la Iglesia y suele ocurrir que, cuando algún obispo estornuda, el laico agarra la gripe, es decir, que una opinión o actitud no bien sopesada es capaz de arruinar el trabajo pastoral, a lo mejor de años, realizado en una parroquia o en un colectivo.

En el nº 2.637 de Vida Nueva.

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