JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Los obispos españoles comienzan el lunes 21 de noviembre en Madrid su XCVIII Asamblea Plenaria. Un buen momento para el diálogo y la comunión abierta. Se trabaja, y mucho, en estos días. Incluso, aunque pueda parecer lo contrario, las intervenciones en las sesiones reservadas o en las más públicas, suelen ser libres y abiertas. Es más, hay intervenciones que hacen callar a vociferantes inexpertos en la tarea pastoral. Decir lo contrario es crear un clima de división innecesario y falso. Los obispos en España suelen tener muchas más afinidades que divergencias. En la geografía episcopal cada vez hay menos versos sueltos.
Otra cosa son algunos aspectos relacionados con la organización interna que se vive en los últimos años. Se detecta incomodidad en Añastro, con cuadros técnicos que se han perpetuado en el tiempo y con cierto sentimiento de vigilancia extrema, poniendo en cuestionamiento incluso textos que sufren censura hasta en el aparato bibliográfico que los sustenta. Y todo por ser sumisos al jefe (y no hablo del cardenal madrileño, porque hacerlo responsable hasta de la muerte de Manolete, no es de recibo).
El estilo ha empezado a hartar a algunos obispos quejosos, sumisa voce, con la Secretaría General. Pero, ante la queja, siempre hay una respuesta. Ustedes lo quisieron y fue eso lo que votaron. El malestar es más generalizado de lo que parece, pero con votos ideologizados y a la contra, son estos los resultados que salieron.
Va creciendo una nube espesa en el organismo episcopal que le quita frescura y que hace que los obispos miren más a sus propias diócesis, que es en donde tienen los retos y los problemas. Pierde el propio colectivo, tan necesario hoy como voz común. La Conferencia Episcopal no es la Iglesia española, aunque la opinión publicada le otorgue ese rango.
La Iglesia en España es más rica y plural, pero también es verdad que hoy más que nunca hace falta en España una voz eclesial viva, respetuosa, propositiva y llena de cordura. Habrá que cuidar la imagen de las declaraciones posteriores a las asambleas para evitar protagonismos absurdos que se salgan del guión.
Pero, insisto, los obispos trabajan, y mucho, en estos días. Abordarán el Plan Pastoral, que ha esperado a que pasara la JMJ y que incorporará aspectos de la misma. Lo que pasa es que ya muchas diócesis han hecho su plan propio sin tener en cuenta este. A nadie beneficia esta desconexión. Las diócesis tienen su propia autonomía, pero ser reinos de taifas es un estilo ya obsoleto.
Hay en este asamblea otros temas de interés, como el texto Orientaciones pastorales sobre la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe, que ya ha sido devuelto a los corrales en varias ocasiones y que deberá esperar para escuchar cuanto el nuevo sínodo diga al respecto, pues es un tema que está en la base de esa asamblea del próximo año.
Y se prepararán los actos con motivo del doctorado de san Juan de Ávila y se hablará del resultado electoral del día anterior. Incluso ya hay quien pedirá explicaciones sobre la Nota publicada con motivo de las elecciones, un corta y pega que incluye criterios sobre el nacionalismo no del todo compartidos. Y seguiremos esperando el documento sobre la crisis económica, que ni está ni se le espera.
director.vidanueva@ppc-editorial.com
- A ras de suelo: Ángeles Galino, en la brecha, por Juan Rubio
En el nº 2.777 de Vida Nueva.