Ajuste de cuentas con la COPE


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Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“… si, por ejemplo, se estudiase en las facultades católicas de periodismo como paradigma de lo que no tiene que ser una política comunicativa de un medio de titularidad eclesial…”.

Del amplio catálogo de miserias que trasluce del libro con el que Federico Jiménez Losantos pretende saldar cuentas por su “linchamiento” de la COPE, las que más apenan son aquellas que dejan ver los defectos de algunos de los eclesiásticos que aparecen retratados en él, algunos coincidentes con los males que aquejan a la Iglesia denunciados por Benedicto XVI en su discurso en Friburgo.

Como oyente taquicárdico que fui de su programa, más por obligación que por devoción, no me sorprende el escandaloso maridaje entre periodismo y política que desarrolló durante sus largos años como “locutor estrella” de la radio de la Conferencia Episcopal.

Ni tampoco que esa unión de hecho fuese bendecida por un nutrido grupo de obispos, cuya ideologización previa no hizo más que radicalizarse con la llegada de Zapatero al poder, y que creyeran encontrar en el periodista a un contrapoder sin querer ver que aquel solo se servía a sí mismo y a sus intereses comunicativos personales, que iban creciendo a la sombra de la cadena de emisoras.

Lo que realmente resultaba intolerable en la “deriva” de la COPE, como la definió el cardenal Sistach, a quien Losantos no parece guardar mucho cariño, era la absoluta falta de caridad en su particular concepción de la verdad o su obsesión por emponzoñar la convivencia en el país, hasta el punto de haber contribuido, y no poco, a elevar la crispación social y política en España hasta unos niveles realmente preocupantes.

Y, lamentablemente, una parte de la Iglesia ayudó, con su silencio cómplice, con su mirar para otro lado, a fomentar la división entre los españoles cuando, paradójicamente, sacralizaban la unidad moral del territorio.

De este triste episodio, que sigue pasando factura en la credibilidad social de la Iglesia, cabría extraer lecciones positivas si, por ejemplo, se estudiase en las facultades católicas de periodismo como paradigma de lo que no tiene que ser una política comunicativa de un medio de titularidad eclesial, por mucho que se le etiquete de generalista. Hay un término medio entre eso y Radio María. Pero no albergo esperanzas.

En el nº 2.781 de Vida Nueva.

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