SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona
“Hemos de aprender de los profesionales de la comunicación que aman a la Iglesia y se esfuerzan por ayudarnos…”.
La llamada nos viene de los mismos periodistas. Hay quienes expresan su preocupación por nuestros mensajes y son portavoces de un clamor más amplio. Esperan de la Iglesia una palabra cercana, una palabra amiga.
En realidad, no somos partidarios de un mensaje ambiguo e impositivo, cargado de respuestas a preguntas que nadie se hace. Escuchar, dejarnos interpelar, hacer silencio, orar y generar confianza son cualidades necesarias para poder hablar y decir algo desde Jesús y su evangelio.
En comunicación, la relación entre emisor y receptor siempre resulta difícil cuando apenas existe aquella elemental sintonía que ha de hacer posible un diálogo sincero. Podemos estar interesados en algo o podemos hacer que haya interés por alguien. De ahí la transparencia. Un tono de humanidad es siempre fundamental para que haya un buen entendimiento, y entender solo es posible cuando ha precedido un clima de confianza.
Admiro profundamente la manera en la que Benedicto XVI se da a entender y se hace escuchar, su inteligente sintonía con los problemas del momento, siempre con la propuesta de una verdad totalmente ofrecida desde la caridad.
Mi admiración, además, por la exquisitez del trato y la lógica contundente de sus planteamientos: en principio, ni ideología ni opción ética, sino ante todo y sobre todo una persona, Jesucristo, y la verdad del encuentro con Él, el único que puede abrir un nuevo horizonte en nuestras vidas y hacer que actuemos con coherencia y honradez en su incondicional seguimiento.
Hemos de aprender de los profesionales de la comunicación que aman a la Iglesia y se esfuerzan por ayudarnos. Nos piden que les ayudemos a hacer más fácil su trabajo y entrar en relación confiada con lo que queremos transmitir, compartiendo las angustias y esperanzas de los hombres y mujeres de hoy. Nos quieren creíbles.
En el nº 2.790 de Vida Nueva.