+ FERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito
“Que los padres y educadores se pregunten cómo educan a los jóvenes, qué disciplina, qué sentido del deber y de la responsabilidad, qué amor al esfuerzo y al trabajo por el bien de los demás les estamos inculcando…”.
La gente corriente, la buena gente, mira las escenas de violencia con preocupación y sin entender nada. ¿De dónde han salido estos jóvenes groseros y violentos que insultan a los policías y queman contenedores? ¿Qué educación han recibido en sus familias, en sus colegios? ¿Quiénes son los verdaderos responsables de estas actitudes irracionales y destructivas?
La crisis actual, además de ser una llamada a la honradez y a la sobriedad, nos está pidiendo un serio examen de conciencia a todos los españoles. A los cristianos y a los no cristianos. A las derechas y a las izquierdas. Si queremos ser una sociedad tranquila y razonable, en la que todos podamos vivir y convivir en paz y con gusto, tenemos que cambiar unas cuantas cosas.
Hay que dejar atrás las ideologías del enfrentamiento, de las condenas de unos por otros. Ya somos mayorcitos para jugar a buenos y malos. Tenemos que desarrollar el espíritu de la verdadera convivencia, sabiendo que todos dependemos mutuamente unos de otros, trabajando seriamente por el entendimiento de unos con otros, evitando mentiras, calumnias, exageraciones interesadas.
No es razonable alentar los radicalismos ni los enfrentamientos. La gente debería castigar a quien aliente estos radicalismos volviéndoles la espalda.
Los cristianos tenemos que pedirnos cuentas a nosotros mismos. Que los padres y educadores se pregunten cómo educan a los jóvenes, qué disciplina, qué sentido del deber y de la responsabilidad, qué amor al esfuerzo y al trabajo por el bien de los demás les estamos inculcando.
Estén donde estén y sean lo que sean, los profesionales cristianos tienen que romper con los miedos, hablar y actuar con honestidad, con rectitud y justicia, buscando el bien común y excluyendo radicalmente toda mentira, toda trampa, cualquier atisbo de corrupción y de injusticia. Solo así saldremos del pozo.
En el nº 2.793 de Vida Nueva.