JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Alberto Ruiz-Gallardón, que ha pasado de horadar Madrid a perforar la moral del pensamiento feminista, ha introducido un elemento nuevo en el tradicional discurso sobre el aborto: el de la ‘violencia de género estructural’…”.
El Domingo de Ramos, la Diócesis de Santander reparte 60.000 encuestas entre sus fieles para conocer la situación y opinión del laicado.
Aunque ya en anteriores ocasiones (no demasiadas, la verdad), otras diócesis hicieron consultas similares, hay que congratularse por esta muestra de interés en saber qué piensa esa inmensa mayoría del Pueblo de Dios, y más en este Año de la fe, en el que, con el sínodo de octubre, se dará definitivamente el pistoletazo de salida a la Nueva Evangelización, en la que el laicado está llamado a jugar un papel relevante. O eso se dice.
Resulta también estimulante y digno de agradecer que la encuesta se dirija igualmente a aquellas personas que se han distanciado de la Iglesia en los últimos tiempos, ese rebaño silencioso que va desertando de la práctica, aunque mantenga vivos, pese a estar a la intemperie, los rescoldos de la fe. Una decisión valiente y llena de realismo la del obispo y sus asesores, porque las encuestas –como muy bien sabe el PP tras su amarga victoria en Andalucía– las carga el diablo y siempre dejan a una de las partes descontentas, cuando no escocidas.
Desconozco las preguntas de esta encuesta (que se colgará en la web del Obispado para ser descargada), pero si hay algún apartado en el que se interesen por las razones de esa dolorosa deserción en la diócesis que pastorea Vicente Jiménez, se puede encontrar con resultados muy similares a los presentados recientemente en una universidad norteamericana tras un estudio demoscópico entre personas alejadas.
En él se toparon con que las principales razones tenían que ver con discrepancias respecto a la moral sexual, el tema de los divorciados y vueltos casar, las insufribles homilías, el no sentirse acogidos en las parroquias…
Una de las claves pastorales que arrojó ese estudio era, simplemente, proponer un cambio de hábitos, es decir, que obispos y sacerdotes respondiesen a las dudas, zozobras e inquietudes de estas personas a través de un diálogo constructivo en lugar de despacharles con el consabido recital de normas y cánones.
Santander da ahora un primer paso para fomentar la participación y la corresponsabilidad. Ojalá cunda la iniciativa de escuchar a quienes olfatean como nadie los signos de los tiempos.
En el nº 2.795 de Vida Nueva.
INFORMACIÓN RELACIONADA
- Iglesia en España: La Diócesis de Santander pide opinión a los laicos